jueves, 7 de mayo de 2009

La bendición sacerdotal

El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la paz.

Números 6:24-26.

La bendición es el apoyo activo de Dios, para el bienestar o prosperidad de su pueblo. Para la mayoría de los cristianos la bendición sacerdotal es muy común. Pero, ¿será que sí somos consientes de lo que verdaderamente encierra? Si hay algún pasaje de la Biblia donde sea Dios explícitamente quien habla, es este. Aquí, se dirige directamente el Padre Celestial, el Señor y Creador del universo entero y de ahí que la preeminencia de sus palabras nos debe conmover y darnos la certeza de que cada una de esas palabras son para nosotros, porque son verdaderas y fiel es que las pronuncia. El pueblo de Dios que vive en su presencia, amándole y obedeciéndole, goza de esa bendición o provisión divina.

No solamente nos bendice sino que también nos guarda, nos mira con agrado y con amor. Nos muestra su favor y nos concede la paz. La paz tan anhelada, pero tan difícil de encontrar. La paz que nos da tranquilidad y sosiego. La que nos libra de molestias. La paz que se puede conseguir a través de Jesús y que nos reconcilia con el Padre. Los ángeles en el nacimiento del Mesías, anunciaron la paz en la tierra y su nombre sería “Príncipe de paz”. De ahí, que la paz es una parte de su herencia. Nos la dejó a nosotros para que no nos angustiemos ni acobardemos (Juan 14:27). Para que la empecemos a deleitar como fruto de su Santo Espíritu.

El Diccionario Bíblico dice que la bendición es la palabra que une los dos testamentos. El pacto de bendición hecho con Abraham (“Haré de ti una nación grande y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Génesis 12: 2-3), se cumple en Cristo en el Nuevo Testamento (“Así sucedió, para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones, y para que por la fe recibiéramos el Espíritu según la promesa”. Gálatas 3:14).

Esta bendición sacerdotal está al alcance nuestro. Dios nos la quiere regalar de una manera personal. El aceptarla o no, depende de cada uno. La vida toda del nuevo pueblo de Dios es una herencia de bendición y un esfuerzo continuo por bendecir. ¿Quieres aceptar esa bendición y de paso bendecir a otros? En tus manos está. Si ya eres cristiano, aprópiate de ella. Si no lo eres, entrégale tu vida a Jesús. Ámale y obedécele y Él te la regalará.

Un abrazo y bendiciones.

Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia

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