domingo, 17 de mayo de 2009

Señor, tú me examinas, tú me conoces

Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuando me siento y cuando me levanto; aún a la distancia me lees el pensamiento.

Salmo 139:1-2.

¿Te parece imposible que Dios te conozca de tal manera que nada de lo que hagas o eres le es desconocido? Si. Si crees que puedes irte al lugar más recóndito para huir de su presencia estás equivocado. ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Verso 7.

Ante la presencia de Dios, tienes dos alternativas: aceptarlo o rechazarlo. Si huyes de Él, no vas a tener la oportunidad de conocer su amor y misericordia. Si no te resistes y le buscas puedes gozar de su presencia. La presencia más grande de Dios, se muestra cuando tú recibes al Señor Jesucristo en tu corazón. Cuando lo tienes a Él, nada ni nadie podrá apartarte de su amor. Su presencia estará contigo a donde quiera que vayas. Quizá te cuestiones diciendo “no siento su presencia”, ¿dónde está? ¡Se ha alejado de mí! ¡No me ama! ¡He sido tan pecador que le es difícil perdonarme! NO. De ninguna manera, Dios ha perdonado tus pecados, al punto que se ha olvidado de ellos como está el oriente del occidente. Estos pensamientos no vienen de Dios, vienen del acusador que es Satanás.

La presencia de Dios en ti, se mide por lo asombroso que te conoce. Por eso no te deja, ni te va a dejar. Te conoce tanto y está tan arraigado a tu vida, que aún conoce tus trajines y descansos. Conoce tus pensamientos incluso en la distancia y tus palabras sin que hayan llegado a tu lengua. Te conoce desde el vientre de tu madre cuando te estaba formando.

Por eso, si todavía no lo tienes en tu vida, te insto para que lo invites a morar contigo. ¿No te parece maravilloso que te conozca tanto? Dios está ahí, latente, simplemente esperando por ti, para seguir; para demostrarte su amor incondicional; para perdonarte y hacer de ti algo nuevo. Si tu deseo es decirle: “SIGUE”, podemos orar:

Amado Dios: No sabía que me conocieras tanto, ni que estuvieras aquí, simplemente mirándome en silencio y esperando por mí. Te doy gracias por enviar a tu Hijo a morir en mi lugar. Por eso hoy, Señor Jesucristo deseo invitarte para que entres en mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Te doy gracias por perdonar mis pecados y hacer de mí la persona que deseas que yo sea, y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.


No hay comentarios: