jueves, 30 de abril de 2009

Es mejor refugiarse en el Señor

Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos.

Salmo 118:8-9.

Solamente cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles que nos dan un vuelco completo, es que podemos valorar lo que el Señor hace o ha hecho por nosotros. Aún así por oscuro que parezca el panorama, sé que al final encontraremos una tenue luz. Una lucecita, que podrá ir expandiéndose, al igual que la luz de la aurora.

También dice este Salmo en el verso 6: “El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?”

En momentos adversos, tendemos a cogernos de lo inmediato y esto a veces nos produce más problema. Aunque no es tan fácil seguir el consejo del Salmista, yo creo que sí, deberíamos volcar nuestro corazón a Dios y si es necesario nuestro gemir y lamento. Él es el único que nos comprenderá, además de aliviar nuestras cargas de manera sobrenatural. El Señor es el único veraz y en Él no hay engaño alguno. Los hombres todos, in excluir ninguno, simplemente por su naturaleza humana pueden defraudarnos y engañarnos. Por eso, sea como sea, es mejor refugiarse en el Señor porque “Él no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta”.

Este versículo me hace recapacitar en que si el Señor ha prometido sacarnos del desierto, lo terminará. No nos dejará en mitad del camino porque Él empezó la obra, hecha con su promesa a través de su Palabra que es fiel y verdadera. Y sea como sea, restituirá lo que la langosta, la larva y la oruga se devoraron. ¡Señor: responde en nuestra angustia!

Amado Padre Celestial: Enséñanos a vislumbrar el camino más allá de lo que nuestros ojos ven. Enséñanos a refugiarnos en ti, que eres el único Dios poderoso y que nunca cambias. Te damos gracias por lo bueno que nos has regalado como la sanidad, el descanso, el alimento, el vestido y la vivienda. También te damos gracias por los obstáculos con los que hemos tropezado y ahora nos afligen. Gracias porque a su debido tiempo mandarás la lluvia, no solamente para que nos refresque sino también para que nuestros campos puedan reverdecer. En el precioso nombre de Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.


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