jueves, 9 de abril de 2009

¿Eres tú el rey de los judios?


Pilato volvió a entrar en el palacio y llamó a Jesús.
¿Eres tú el rey de los judios? le preguntó.
Juan 18:33


Siempre he reflexionado sobre la posición no sólo de Pilato sino de otros personajes, que no encontraron nada para ajusticiar al Señor y sin embargo, se quedaron mudos. No hicieron absolutamente nada por impedirlo. Sobre Pilato se han escrito libros incluso diciendo que se arrepintió, aunque la verdad, no sé si por lo menos la tradición lo dice. Por ahora me ajusto a lo que refiere la Biblia. Pero ¿qué sintió o a qué conclusión llegó por ejemplo Malco, el siervo al que Jesús le restituyó la oreja cortada por Pedro en el momento de su arresto? ¿O el soldado que lo traspasó con la lanza y vio brotar sangre y agua del costado? ¿O el Centurión y los que estaban custodiándolo cuando el Señor murió y la tierra tembló de tal manera que se abrieron los sepulcros y las rocas se partieron?

Las Escrituras nos dice que Pilato se lavó las manos y dejó toda la culpa en los judíos, pero como gobernador con una autoridad reconocida, no hizo nada más que mostrarse de acuerdo con que era el rey del pueblo judío, descripción que quedaría en la placa puesta en la cruz, donde se leía: “ÉSTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS”. De ahí, nada más. Del soldado sanado, nada se sabe. Del Centurión y los guardias, dice la Biblia que aterrados exclamaron: “¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!”.

Hoy Jueves Santo según la tradición, tu corazón está sensible por la fecha y por lo que narra la historia sobre la muerte y pasión de Cristo, pero sigues como Pilato, lavándote las manos y haciendo caso omiso de su crucifixión. O tal vez, en tu interior reconoces que Jesús es el Hijo de Dios, que sufrió y murió por ti, pero bueno, eso ya pasó. Fue hace dos mil años y yo sé que Él es el Hijo de Dios indiscutiblemente. O quizá tu posición es parecida a la del soldado que a pesar de ver lo que Jesús ha hecho por ti, eso no vale nada. Primero eres tú, segundo, tú y siempre tú. ¡Tienes un ego tan grande que no cabes en él!

Déjame decirte que sí tienes la culpa de su muerte (no hay justo, ni aún uno); que no puedes ser indiferente ante el hecho y que no te basta con decir por tradición que Jesús, si es el Hijo de Dios. El Señor Jesús, murió en esa cruenta cruz por ti. En ella se llevó todo el peso de tus pecados y toda su sangre derramada fue por redimirte a ti. Así que no eres ajeno a esa muerte.

Todos hemos pecado y todos hemos sido destituidos de la gloria de Dios. Y la paga del pecado es muerte. Muerte física y espiritual. Más Dios muestra su amor hacia nosotros, en que siendo pecadores, Cristo murió por nosotros.

Entonces, ¿Qué te corresponde hacer? Reconocer lo que Él hizo por ti. Pedir perdón y darle las gracias por restituirte para Dios. ¿Cómo? Simplemente diciéndoselo con tus propias palabras. Sinceramente con el corazón. Yo te puedo guiar, pero si tú deseas hacerlo con otras palabras, hazlo. Lo importante es tu sinceridad. Te sugiero la siguiente oración:

Señor Jesucristo: Por tradición siempre he sabido que tu moriste en una cruz, pero jamás he sido consciente de lo que en verdad hiciste por mí. Hoy que lo entiendo, acepto ese sacrifico tuyo y te pido que vengas a ser el Rey y Señor de mi vida. Ven a morar conmigo. Te pido perdón por mis pecados. Gracias por morir en mi lugar, por perdonar mis pecados y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu. En tu nombre Jesús, amén.

Si esta fue tu decisión, te felicito. Te aseguro que es la mejor manera de celebrar esta Semana Mayor.

Un abrazo y bendiciones.

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