lunes, 20 de abril de 2009

El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis píes


El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis píes. ¿Qué clase de casa me construirán? –dice el Señor-. ¿O qué lugar de descanso?

Hechos 7:49.

Tal como lo dijo el mártir Esteban “El Altísimo no habita en casas construidas por manos humanas”. Estamos convencidos que el templo, la edificación en sí, tiene que ser sagrada y es una equivocación. Que exista un lugar de reunión es natural. Allí, la iglesia, que es ante todo la congregación de los creyentes, es la comunidad como tal. Y aun cuando está sujeta a Cristo y al Espíritu Santo, se le autoriza para proclamar el evangelio, exponer la verdad, exhortar a los errados y celebrar los sacramentos.

El verdadero templo aquí en la tierra es nuestro cuerpo. “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios?”. 1ª. Corintios 6:19.

Tal como lo proclamó Esteban en su defensa ante el Consejo de los ancianos de Israel, pareciese que el tiempo no hubiese transcurrido. Ahora es exactamente igual. “¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!”. Hechos 9:51. El Espíritu Santo es quien nos redarguye y convence de pecado. Además es el que intercede por nosotros y nos regenera. Pero hacemos caso omiso de Él.

En conclusión, si quieres rendirle culto al templo de Dios, empieza por cuidar tu cuerpo. No lo maltrates ni permitas que sea objeto de inmoralidad sexual. Dios quiero un templo limpio y sin mancha alguna, donde todo el fruto del Espíritu brote del testimonio de tu vida.

Y si hoy oyes su voz, no endurezcas tu corazón. ¡Permítele morar contigo!

Un abrazo y bendiciones.


No hay comentarios: