miércoles, 29 de abril de 2009

Cree en el Señor Jesús

Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos.

Hechos 16:31.

Pablo y Silas fueron a la cárcel cuando estaban predicando en Filipos, colonia romana y la principal ciudad de Macedonia. Al carcelero le dieron la orden de vigilarlos con la mayor seguridad y éste, cumpliendo el cometido los metió en el calabozo más seguro y les sujetó los píes.

¿Pero qué hicieron Pablo y Silas? No se echaron a la pena ni promulgaron en lamentos y quejas. Al contrario, empezaron a alabar al Señor, de tal manera que los otros presos los escuchaban. Entonces, Dios permitió que se produjera un terremoto tan fuerte que los cimientos cedieron, las puertas se abrieron y se soltaron las cadenas de los presos. Al despertar el carcelero estuvo a punto de matarse, pensando que los presos habían escapado. Pablo lo calmó diciéndole: “¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!”. Verso 28.

¿Cuál fue la reacción del carcelero al comprobar lo dicho por Pablo? Los carceleros en ese tiempo eran responsables de los presos, hasta el punto de pagar con sus vidas cualquier escape. Así que se botó a los píes de ellos y les preguntó: “-Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo? Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos- le contestaron”. Versos 30-31. Tal como lo dijeron Pablo y Silas, el carcelero y toda su familia fueron salvos.

Aprendemos con esta lección lo siguiente: Tenemos dos maneras de enfrentar las circunstancias adversas de la vida: echarnos a la pena, llorar y maldecir por lo que estamos pasando, o aprender a darle gracias a Dios cualquiera que sea la situación. En la alabanza hay poder y poder sobrenatural. Dios es el único que puede cambiar la calamidad por gracia. Nuestro lamento lo vuelve gozo.

Lo segundo que nos deja este versículo es la promesa que todos tenemos: “Así tú y tu familia serán salvos”. No quiere decir que porque tú confieses al Señor, inmediatamente toda tu familia va a se salva. No. Lo que nos dice, es que Dios en su infinito amor y misericordia, permitirá que todos los de tu casa se conviertan y lleguen también a gozar del reino de Él. Esta es una de las promesas, de las que yo puedo dar fe, que así es. Lo pude comprobar con mi mamá, mis tías, mi prima y mi sobrino. Sé que están gozando ahora de la presencia de Dios. Dios es fiel y su Palabra también lo es. Con muchos parientes, Dios me ha permitido visitarlos en sus últimos días y aún hasta ellos ha llegado la promesa.

Por eso, por más que se interpongan en tu casa y te hagan la guerra a causa del Evangelio, no desmayes, glorifica a Dios por esa situación. Hay una promesa para ti, que nadie podrá arrebatártela. ¡Reclámasela a Dios! Es tuya.

Un abrazo y bendiciones.


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