El Señor dice: Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.
Salmo 32:8. NVI.
Lectura: Salmo
32:1-11. Versículo del día: Salmo 32:8.
MEDITACIÓN DIARIA
¿De quién mejor recibir
instrucción que del Señor? No debemos ser reacios a sus enseñanzas. Recordemos
que nuestro Dios como buen Padre quiere disciplinarnos: “Pues el Señor
disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo” (Hebreos
12:6 NTV). Si nuestros padres terrenales nos disciplinaron con mayor razón lo
hará nuestro Papito Dios. Él desea para sus hijos lo mejor y así como en casa
nos fueron educando y levantando, igualmente lo va haciendo el Señor Dios con
nosotros. Ahora bien, entendamos que la disciplina del Señor es tal cual lo
define la RAE: es instruir, enseñar a alguien su profesión dándole lecciones.
Así que su disciplina tiene que ver con instruir, corregir, entrenar. No
pensemos que las aflicciones que nos llegan son por castigo, nunca. El Señor dijo
lo siguiente: “Yo les perdonaré sus iniquidades, y nunca más me acordaré de sus
pecados” (Hebreos 8:12). Teniendo en cuenta este versículo, el castigo de Dios
para sus hijos implica una lección de vida para saber enfrentarnos más adelante
a situaciones quizá peores. Por eso, siempre que algo nos suceda no le
preguntemos al Señor ¿por qué? Sino ¿para qué? Recordemos, que el Nuevo Pacto
está basado en el amor y la gracia y eso no va a cambiar.
Amado Señor:
gracias por enseñarnos a ver tu disciplina como la instrucción para los que
somos tus hijos; gracias porque aparte de eso estás pendiente de aconsejarnos y
de velar por cada uno de nosotros. Gracias porque cada nuevo día nos trae
consigo nuevas inquietudes, nuevos desvelos y nuevos inconvenientes con los que
nos adiestras para la batalla y la carrera que seguiremos a tu lado. ¡Gracias
por darnos tanto amor bendito Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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