No hay quien tenga poder sobre el aliento de vida, como para retenerlo, ni hay quien tenga poder sobre el día de su muerte.
Eclesiastés 8:8. NVI.
Lectura: Eclesiastés
8:1-8. Versículo del día: Eclesiastés
8:8.
MEDITACIÓN DIARIA
¡Oh Dios, si hay algo tan
cierto es la muerte! Por más que se quiera retener, no se puede comprar ni
aplazar. Cuando Dios dice: ‘hasta aquí’, no hay vuelta de hoja. Creo que se nos
ha enseñado a mirar la muerte como el peor de los acontecimientos y veamos en
la Biblia, lo que nos dice Dios al respecto. “Vale más el día en que se muere que
el día en que se nace” (Proverbios 7:1b). Incluso el versículo siguiente afirma
que: “Vale más ir a un funeral que a un festival” (Proverbios 8).
Por otro lado, nosotros
los cristianos conocemos exactamente para donde nos iremos cuando el Señor nos
llame. Bien sabemos que la paga del pecado es muerte, pero que el regalo de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús (Romanos 6:23). Por el pecado de Adán y Eva
pasaremos por la muerte física pero nuestro espíritu no. “Volverá entonces el
polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien
lo dio” (Eclesiastés 12:7).
Entonces, la muerte
debería ser un acontecimiento feliz y los que se quedan tener la certeza que
allá en el cielo nos vamos a reunir nuevamente. Esta bendita esperanza nos
llena de gozo y de fortaleza en estos casos. Nuestra patria celestial, será la
mejor de las mansiones que hemos soñado. Estar allá con nuestro Amado Señor
será un privilegio; escucharemos la mejor música y cantos celestiales. La
Biblia nos dice que sus calles son de oro y sus mares de cristales. Los que han
tenido esa experiencia con la muerte y han vuelto, dicen que es indescifrable; difícil
de explicar la hermosura, la paz y el gozo. ¿Qué si duele la partida de un ser
querido? ¡Claro que duele y mucho! Estamos tan apegados a esta tierra que sin
duda duele.
La Carta a los Corintios enseña
que: “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues
las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2
Corintios 4:18 RVR 1960). Y también nos dejó bien claro que: “Porque Cristo es
la razón de mi vida, y la muerte, por tanto, me resulta una ganancia” (Filipenses
1:21 BLPH).
Señor Jesús: no es
fácil despedirnos de un familiar o amigo, pero Eres Tú quien llenas de
fortaleza y paz los corazones de los que se quedan, con la bendita esperanza de
un gran reencuentro Contigo en el cielo. Gracias Señor por un día haberte conocido
y saber que jamás nos separaremos de Ti, porque ni la muerte ni la vida lo
podrán hacer. Enséñanos a mirar este proceso con los ojos puestos en tu Palabra
que nos anima y vivifica cada día, hasta cuando nos llegue el momento de
recibir tu abrazo allá en la eternidad. ¡Te amamos Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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