El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias.
Salmo 28:7. NVI.
Lectura: Salmo
28:1-9. Versículo del día: Salmo 28:7.
MEDITACIÓN DIARIA
En este tiempo de la pandemia, me he sentido tan segura en brazos de mi Señor que puedo
decir con certeza: “El Señor es mi fuerza y mi escudo”. Sí; he sentido su
protección en todo momento, sea que salga de compras, de viaje, de reuniones
sociales, reuniones de la Iglesia, etc. El Señor ha puesto en mi corazón una
dosis muy grande de confianza en Él y también no tengo más palabras que de
agradecimiento para Él. Pero, así como me he sentido y actuado, a muchas
personas incluso cristianas no les ha gustado mi proceder. En aquel momento, el
Señor me mostró que ponerme el tapabocas no me implicaba molestia, que lo
hiciera por amor al prójimo y recordé que si un hermano es débil en la fe, debo
ser testimonio ante ellos así pase por encima de mis gustos y preferencias (porque
sí me costó usarlo), y llegué a la conclusión que eso siendo un cristiano,
entonces, ¿no había más razón con los inconversos de darles esa muestra de amor?
¡Claro que sí! Y cada día aprendo mucho más al respecto.
Creo que eso hace parte
del amor que el Señor Jesús nos dejó como mandato suyo. He aprendido que no
importo yo, siempre y cuando los que estén cerca de mí, se sientan a gusto y tranquilos.
Exactamente me sucedió con la vacuna, por mí, no me la hubiera mandado poner,
pero lo hice por tranquilidad no solo de mis familiares sino de amigos y
conocidos. Estoy segura que el Señor es el que pesa corazones y no por eso me
va a excluir de mi salvación. Que si tiene una marca, que si es grafito, que es
para seguirme a todo lado; no lo sé. Lo que sí sé con seguridad es que mi vida
completa le pertenece a Dios y no a una vacuna o a un médico. Ya lo vivé en
carne propia estando al borde de la muerte en dos oportunidades y mi Señor
dijo: ‘todavía no es el tiempo tuyo’. Así que como dijo un presidente de Colombia
en una ocasión: ‘aquí estoy y aquí me quedo’.
Mi buen Señor:
muchas gracias por la certeza que me has dado de sentirme protegida en tus
brazos. Gracias porque Tú, cual escudo me favoreces de los dardos del enemigo y
no tardas en brindarme tu ayuda. Gracias porque Contigo soy más que vencedora; ya
hiciste todo por mí y puedo gozarme y caminar confiada sin temer al enemigo
porque Eres quien diriges mis pasos. Muchas, muchas gracias bendito Dios y Señor ¡Te
amo y por siempre te amaré!
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario