viernes, 9 de julio de 2021

Mi vida depende exclusivamente del Señor

El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias. 

Salmo 28:7. NVI.


Lectura: Salmo 28:1-9.  Versículo del día: Salmo 28:7.


MEDITACIÓN DIARIA


En este tiempo de la pandemia, me he sentido tan segura en brazos de mi Señor que puedo decir con certeza: “El Señor es mi fuerza y mi escudo”. Sí; he sentido su protección en todo momento, sea que salga de compras, de viaje, de reuniones sociales, reuniones de la Iglesia, etc. El Señor ha puesto en mi corazón una dosis muy grande de confianza en Él y también no tengo más palabras que de agradecimiento para Él. Pero, así como me he sentido y actuado, a muchas personas incluso cristianas no les ha gustado mi proceder. En aquel momento, el Señor me mostró que ponerme el tapabocas no me implicaba molestia, que lo hiciera por amor al prójimo y recordé que si un hermano es débil en la fe, debo ser testimonio ante ellos así pase por encima de mis gustos y preferencias (porque sí me costó usarlo), y llegué a la conclusión que eso siendo un cristiano, entonces, ¿no había más razón con los inconversos de darles esa muestra de amor? ¡Claro que sí! Y cada día aprendo mucho más al respecto.

Creo que eso hace parte del amor que el Señor Jesús nos dejó como mandato suyo. He aprendido que no importo yo, siempre y cuando los que estén cerca de mí, se sientan a gusto y tranquilos. Exactamente me sucedió con la vacuna, por mí, no me la hubiera mandado poner, pero lo hice por tranquilidad no solo de mis familiares sino de amigos y conocidos. Estoy segura que el Señor es el que pesa corazones y no por eso me va a excluir de mi salvación. Que si tiene una marca, que si es grafito, que es para seguirme a todo lado; no lo sé. Lo que sí sé con seguridad es que mi vida completa le pertenece a Dios y no a una vacuna o a un médico. Ya lo vivé en carne propia estando al borde de la muerte en dos oportunidades y mi Señor dijo: ‘todavía no es el tiempo tuyo’. Así que como dijo un presidente de Colombia en una ocasión: ‘aquí estoy y aquí me quedo’.


Mi buen Señor: muchas gracias por la certeza que me has dado de sentirme protegida en tus brazos. Gracias porque Tú, cual escudo me favoreces de los dardos del enemigo y no tardas en brindarme tu ayuda. Gracias porque Contigo soy más que vencedora; ya hiciste todo por mí y puedo gozarme y caminar confiada sin temer al enemigo porque Eres quien diriges mis pasos.  Muchas, muchas gracias bendito Dios y Señor ¡Te amo y por siempre te amaré!


Un abrazo y bendiciones.

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