Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
Juan 4:13-14. NVI.
Lectura: Juan
4:1-26. Versículos del día: Juan
4:13-14.
MEDITACIÓN DIARIA
Hay pasajes de la Biblia
que llaman poderosamente la atención y este es uno de ellos; por lo menos para mí
es muy edificante. La lectura habla sobre el encuentro del Señor con la mujer
samaritana. Desde que se dividió el reino de Israel, los samaritanos y judíos
no se trataban entre ellos Y Jesús aprovecha su parada en Samaria y le dice a la
mujer que se encontraba dispuesta a sacar agua del pozo de Jacob: “—Dame un
poco de agua” (v. 8). A la mujer le extraña
que un judío le pida agua y el Señor sabe muy bien qué responderle: “pero el
que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás”. Jesús va
ahondando más y más en el tema hasta que la mujer le confiesa: “—No tengo
esposo —respondió la mujer. Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que
has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la
verdad” (vv. 17-18).
El Señor le habló a esta
mujer con tanto amor y misericordia, que ella entendió claramente el mensaje.
Su reacción fue correr hacia el pueblo y comentar lo sucedido para que fueran a
ver al Cristo profetizado: “Muchos de los samaritanos que vivían en aquel
pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer: Me dijo todo lo que
he hecho” (v. 39). Ellos fueron y dijeron:“—Ya no creemos solo por lo que tú
dijiste —le decían a la mujer—; ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos
que verdaderamente este es el Salvador del mundo” (v. 42). Jesús: el agua de
vida dispuesta para todo aquel que quiera acercarse a Él a tomarla. La
samaritana, lo entendió claramente y buscó en Jesús calmar la sed de su alma.
¡Tú también puedes hacerlo!
Amado Señor Jesús:
venimos ante ti sedientos. Te entregamos nuestras vidas para que seas Tú mismo
llenándolas con tu presencia, poder y perdón. Señor, tenemos sed de Ti.
Reconocemos que Eres el Salvador del mundo y que Contigo tendremos derecho a la
vida eterna a tu lado. Gracias bendito Jesús por buscarnos, amarnos y
perdonarnos. Llévanos de tu mano y no permitas que jamás nos desviemos del
camino verdadero que Eres Tú mismo. ¡Gloria a Dios!
Un abrazo y bendiciones.
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