sábado, 19 de septiembre de 2015

Se nos olvida quién es nuestro Dios




Si mi pueblo tan sólo me escuchara, si Israel quisiera andar por mis caminos. 
Salmo 81:13.


Lectura: Salmo 81:1-16.  Versículo del día: Salmo 81:13.

MEDITACIÓN DIARIA

Siempre el Señor ha gemido por lo mismo; frases como: “Si mi pueblo tan sólo me escuchara” (v. 13); “¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis mandamientos!” (Deuteronomio 5:29); “Si hubieras prestado atención a mis mandamientos” (Isaías 48:18); “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!” (Mateo 23:37); “Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella. Dijo: ¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz!” (Lucas 19:41-42). Todas estas frases demuestran la tristeza del Señor por los suyos. Por los que dicen conocerle, amarle y seguirle pero poco o nada dan de sí mismos. El hombre que teme al Señor, se deja instruir por Él; habita confiadamente y vive en reposo; dice también en su Palabra. Pero nos perdemos cantidad de bendiciones porque no hacemos las cosas como nos pide nuestro Dios; somos tercos, desagradecidos y desobedientes en gran manera.
Sin embargo, es a su pueblo que Él le pide que se humille, que ore, que se aparte de sus malas costumbres; y ¿sí estamos escuchando sus ruegos? Estamos buscando su rostro? “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón!  Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza.  Humíllense delante del Señor, y él los exaltará” (Santiago 4:8-10). ¡Cuánto nos cuesta humillarnos! Creo que en esto radica más que todo el problema: Nos consideramos tan elevados, que ni siquiera somos capaces de levantar la vista para mirar a nuestro Dios porque estamos arriba mirándolo, como si fuésemos los amos y el Señor nuestro siervo. Se nos olvida quién es nuestro Dios.

Amado Señor: Te rogamos que pongas en nosotros un corazón de carne dispuesto a quebrantarse ante Ti; a adorarte como lo mereces y a reconocer nuestras faltas, en especial el pecado de idolatría hacia nosotros mismos. Perdona nuestro orgullo y el querer pasar por encima de tu Nombre. Enséñanos a humillarnos y buscarte con corazón sincero y dispuesto a seguirte de verdad.

Un abrazo y bendiciones.

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