martes, 1 de septiembre de 2015

Hay que aprender a manejar buenos y malos tiempos




Me fijé que en esta vida la carrera no la ganan los más veloces, ni ganan la batalla los más valientes; que tampoco los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes abundan en dinero, ni los instruidos gozan de simpatía, sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos. 
Eclesiastés 9:11.


Lectura: Eclesiastés 9:11-18.  Versículo del día: Eclesiastés 9:11.

MEDITACIÓN DIARIA

Estoy convencida que por más dinero, fama, posición que se tenga, esto no va a ser eterno. Hay un dicho que se presta para argumentar este enfoque: “suben como palmas y caen como cocos”. Así es, en el momento menos esperado las riquezas se esfuman; la fama, belleza o posición se cae y en definitiva sea ignorante o sabio; rico o pobre; valiente o cobarde, se tendrán tiempos buenos y tiempos malos. Por eso: “Dejen de hablar con tanto orgullo y altivez; ¡no profieran palabras soberbias! El Señor es un Dios que todo lo sabe, y él es quien juzga las acciones” (1 Samuel 2:3). A la hora de la verdad, también lo dice Salomón: “un mismo final les espera a todos” (Eclesiastés 2:14b); o sea que todos moriremos, todos bajaremos al sepulcro. Entonces, ¿para qué orgullo, altivez o soberbia? “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
Hay que aprender a manejar los buenos y malos tiempos: “Cuando te vengan buenos tiempos, disfrútalos; pero cuando te lleguen los malos, piensa que unos y otros son obra de Dios, y que el hombre nunca sabe con qué habrá de encontrarse después” (Eclesiastés 7:14). Que no se nos olvide: “unos y otros son obra de Dios”. Por otro lado, hay que tener mucho cuidado cuando creemos que somos nosotros los artífices del dinero o de la fama. No podemos enorgullecernos de lo que ha sido misericordia de Dios. Su infinita bondad, se manifiesta cada día y debemos tener cuidado con lo que decimos. El Señor es quien da el poder para hacer riquezas y como Él es el dueño absoluto de todo, simplemente las quita cuando nos hemos enaltecido y hemos creído que ha sido obra de nuestras manos.

Amado Señor: Te pedimos que nos enseñes a manejar tanto los tiempos buenos como los malos. Gracias bendito Dios porque siempre estás ahí, demostrándonos que somos importantes para Ti y que por consiguiente aun en los difíciles, estás más cerca de nosotros y listo a tendernos tus brazos para sacarnos avante.

Un abrazo y bendiciones.

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