Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: A David le dan crédito por diez ejércitos, pero a mí por uno solo. ¡Lo único que falta es que le den el reino! Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo.1 Samuel 18:8-9.
Lectura: 1 Samuel
18:1-30. Versículos del día: 1 Samuel
18:8-9.
MEDITACIÓN
El Señor ya se había
apartado de Saúl y ahora favorecía a David en todo cuanto emprendía. Además de
eso, las mujeres bailaban y cantaban exclamando con regocijo: “Saúl destruyó a
un ejército, pero David aniquiló a diez!” (v. 7), lo cual lo colmó de recelo.
Su corazón se llenó de envidia y empezó a maquinar la manera de deshacerse de
David. Sus planes llegaron hasta en casar a sus hijas con él, solo con el
propósito de que cayera en manos de los filisteos y lo mataran (vv. 17 y 20-21).
Pero como Dios lo protegía, esto no sucedió.
La envidia es la madre
de todos los vicios. No es raro ver en diferentes círculos cómo las personas
envidiosas salen a la luz y se dan a conocer, bien sea porque envidian de otras
su talento, distinción, resolución y coraje e incluso envidian sus riquezas o
belleza. Los sitios de trabajo son especiales para despertar envidias. Eclesiastés
nos habla al respecto y en la versión Reina Valera está muy detallado: “He
visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia
del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu”
(Eclesiastés 4:4). Aquí nos señala que esto no deja de ser aflicción de espíritu;
y es que la persona envidiosa es amargada, resentida, insegura y lo que genera
en los demás es lástima.
Dicen que es mejor
despertar la envidia que sentirla. Personalmente considero que ninguna de las
dos actuaciones es correcta. Simplemente tenemos que vivir de acuerdo a los
parámetros dados por Dios, haciendo lo que nos corresponde con el interés único
de honrarle y agradarle.
Amado Señor: Gracias
por tu Palabra que a diario nos instruye y guía para mejorar nuestro comportamiento
cotidiano. Permite que a través de ella, aprendamos las lecciones dejadas y
cada día obremos excelentemente en todas las áreas de nuestra vida, con el
firme propósito de hacer las cosas bien como testimonio de lo que decimos que
somos contigo.
Un abrazo y
bendiciones.
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