sábado, 5 de septiembre de 2015

Nos enorgullecemos de tenerte como nuestro Dios




Ahora manden a construir una carreta nueva. Escojan también dos vacas con cría y que nunca hayan llevado yugo. Aten las vacas a la carreta, pero encierren los becerros en el establo.  Tomen luego el arca del Señor y pónganla en la carreta. Coloquen una caja junto al arca, con los objetos de oro que van a entregarle a Dios como ofrenda compensatoria. Luego dejen que la carreta se vaya sola, y obsérvenla. 
1 Samuel 6:7-8.


Lectura: 1 Samuel 6:1-21.  Versículos del día: 1 Samuel 6:7-8.

MEDITACIÓN DIARIA

El arca del Señor era un cofre grande, ubicado en el Lugar Santísimo del Tabernáculo construido según las mismas instrucciones del diseño dado directamente por Yahveh. Más tarde cuando Salomón construyó el templo, se colocó allí. En los tiempos de Samuel aun no existía el templo; por eso los israelitas lo guardaban, respetaban, adoraban y custodiaban como el más preciado tesoro que tenían, y siempre en las batallas que libraban, el arca iba con ellos. Representaba la existencia de la presencia de Dios, donde el Señor se reunía con Moisés para hablar con él y darle instrucciones para guiar a su pueblo (Éxodo 25:22). El arca fue arrebatada y llevada a ciudades filisteas en una guerra que ellos perdieron y donde quiera que estaba, el Señor hacía notar su poder y soberanía llevando calamidad a los habitantes de esas ciudades. Al final, los filisteos reunieron a sus sacerdotes y les pidieron consejo sobre qué hacer con el arca del Señor (vv. 1-9).
Es interesante apreciar todo el capítulo de la lectura del día, porque nos damos cuenta que nuestro Dios, es el único y verdadero Dios. Aún los sacerdotes y adivinos de los filisteos, un pueblo pagano, tuvieron que reconocer que el Dios de Israel era más poderoso que el suyo: “y den honra al Dios de Israel. Tal vez suavice su castigo contra ustedes, sus dioses y su tierra” (v. 5 en la lectura). Ahora, devolverían el arca a Israel.
Debemos regocijarnos de saber que el Dios que profesamos es el Único y Soberano Señor; que se hizo hombre por amor a la humanidad y nos enorgullecemos al reconocer su tumba  vacía. Ningún seguidor de Mahoma, de Buda, de Confucio, ni siquiera de Moisés puede decir que resucitó; todos están muertos. Pero nuestro Dios, el Señor Jesucristo está vivo y vive para siempre. ¡Gloria a Dios!

Amado Señor: Eres en verdad quien dices ser; el Dios Santísimo por encima de todos los dioses; eterno, soberano y majestuoso Señor y Rey de la creación. Te alabamos, te exaltamos y te damos muchas gracias por hacernos tus hijos y coherederos con la gloria de tu amado Hijo Jesús. Nos ufanamos por tenerte como Dios, porque fuera de Ti no existe nadie más.

Un abrazo y bendiciones.

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