sábado, 16 de mayo de 2015

Todo lo terrenal es perecedero




Nadie puede negar que todos mueren, que sabios e insensatos perecen por igual, y que sus riquezas se quedan para otros. 
Salmo 49:10.


Lectura: Salmo 49:1-20.  Versículos del día: Salmo 49:10.

MEDITACIÓN DIARIA

A veces nos encontramos con personas que por su posición y quizá riqueza nos dan a entender que no valemos nada e incluso nos miran por debajo y así no es ¿Acaso son intocables? Nos hacen creerlo; pero es cuando tenemos que estar más firmes y entender que ellos conviven con el error más grande y están completamente engañados; al fin de cuentas todos estamos aquí de paso. A la tumba no se lleva nada: “Aunque tuvieron tierras a su nombre,  sus tumbas serán su hogar eterno, su morada por todas las generaciones” (v.11). Dice también el Salmo que no nos debemos asombrar cuando vemos cuánto acumulan y el esplendor de su casa aumenta porque ante la muerte, esto no servirá de nada (v. 16). Nadie puede decirle a Dios, te doy tal suma de dinero a cambio de mi vida; nadie puede pagarle a Dios rescate por su vida (v. 7)
Tenemos que concientizarnos que ni el dinero, ni el poder, ni los muchos logros alcanzados terrenalmente nos van a servir en el momento de la muerte. Por eso dijo el Señor: “Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6: 20-21). De ahora en adelante cuando estemos frente a un ‘poderoso’, sea solicitando un trabajo, un crédito o algún aval, recordemos que nosotros somos hijos del Rey de reyes y que todo lo que vemos aquí es perecedero, pero que tenemos el más grandioso tesoro que nada ni nadie nos puede arrebatar y es la patria celestial. ¡Éste sí que vale y es imperecedero! Esas personas que se creen poderosas nos deben más bien dar tristeza porque son las más miserables que existen; nos corresponde  más bien orar por ellas.

Amado Señor: Gracias porque a los que confiamos en Ti nos rescatarás de las garras del sepulcro y nos llevarás contigo. Gracias porque por tu amor aquí somos reyes, sacerdotes y parte de tu pueblo escogido y nos miras con agrado. Te pedimos que por más riquezas, talentos y posiciones que nos des, no nos dejes enorgullecer el corazón; siendo conscientes que todo proviene por tu misericordia y que sin tu ayuda no llegaríamos a ninguna parte. ¡Gracias buen Dios!

Un abrazo y bendiciones.

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