Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has hecho. No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar.Salmo 40:5.
Lectura: Salmo
40:1-17. Versículo del día: Salmo 40:5.
MEDITACIÓN DIARIA
Son tantas las
bendiciones que a diario recibimos de nuestro buen Dios, que incluso pasan desapercibidas.
Si tuviéramos la oportunidad de ver en una pantalla lo cotidiano que realizamos,
podríamos fijarnos que en ocasiones sin querer (pensamos), nos desviamos de un
camino, pero no es porque sí; Dios sabe que si seguimos por ahí algo puede llegar a suceder y nos muestra nuevas
sendas para cruzar. Se hace tarde para el trabajo por un trancón de carros o
por una vía accidentada y sin embargo, renegamos sin acordarnos que todas las
cosas nos ayudan a bien (Romanos 8:28). Tenemos que aprender a ser agradecidos con el Señor
sea bueno o malo lo que nos ocurra: “Porque mis pensamientos no son los de
ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor —” (Isaías 55:8), son más
altos, dice el versículo que sigue y diría yo: ‘mucho más altos’, no los
podemos entender. El Señor siempre va a querer nuestro bien eso es indudable,
pero poco lo creemos (Jeremías 29:11).
Yo sugiero llevar en
apuntes al menos por tres días, los recorridos o agenda diaria y anotar allí al
terminar la jornada, las vicisitudes o tropiezos que tuvimos; igualmente los
momentos en que cambiamos de parecer y tomamos otra ruta, y así con
innumerables detalles. Seguro que encontraremos muchos. Después de cada noche,
buscar el lado positivo de lo ocurrido y darle gracias al Señor porque por más
que no los entendamos, son parte de su protección y guarda. No es necesario que
Dios haga extraordinarios milagros con nuestra vida para contar todas sus
maravillas: “Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo
contar”; “que todos los que te buscan se alegren en ti y se regocijen; que los
que aman tu salvación digan siempre: ¡Cuán grande es el Señor!” (v. 16 en la
lectura).
Amado Señor: Bien
sabemos que tu protección nos cubre por completo; que siempre quieres nuestro
bienestar pero ni siquiera nos damos por enterados porque ya se ha vuelto una
costumbre tu infinito amor y misericordia diaria. El hecho de levantarnos cada
mañana y ver la luz del sol es una de tus bondades más maravillosas. Perdona la
ingratitud y quizá altivez y orgullo pensando que todo ha sido obra nuestra y
de nuestras propias capacidades. ¡Gracias buen Señor por darnos tanto amor sin
merecerlo!
Un abrazo y
bendiciones.
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