… tú que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo?Romanos 2:21.
Lectura: Romanos 2:1-29. Versículo del día: Romanos 2:21.
MEDITACIÓN DIARIA
Mi madre que fue toda
la vida profesora, siempre decía: ‘quien enseña aprende el doble’ y así es. Después de haberme comprometido con el Señor
a escribir mis devocionales diarios (hace más de cinco años), considero que he
aprendido muchísimo. No puedo
conformarme solo con lo que dice el versículo del día, sino que me lleva a
profundizar y escudriñar las Escrituras, siempre pidiéndole al Espíritu Santo que
me guie para no llegar a escribir algo equivocado.
También le ruego al
Señor que en lo transmitido, sea yo la primera persona que lo tome y lo
viva. Al fin de cuentas es mi devocional
y lo que el Señor está enseñando,
empieza por mi vida misma. Así lo dice Pablo: no podemos enseñar sobre el robo
o el adulterio si nosotros estamos violando esos mandatos (vv. 22-23); en una
palabra tenemos que obrar rectamente.
Creo que el que enseña tiene mucha responsabilidad delante de Dios,
porque es ante Él quien se tiene que dar cuentas de lo hecho.
De todas maneras creo que
de algún modo, todos somos llamados a ser maestros; el solo hecho de compartir
a otros el mensaje de salvación ya nos da ese calificativo y el mandato es para
todo creyente: “Por tanto, vayan y hagan discípulos” (Mateo 28:19). Más adelante el apóstol Pablo recomienda lo
mismo: “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo
a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a
otros” (2 Timoteo 2:2). Dios permita que lo hagamos con claridad, con emoción y
sabiendo que es el Señor mismo a través de su Santo Espíritu quien nos inspira
a realizarlo.
Mi oración es porque mi
conducta diaria sea coherente con lo que escribo y si no lo es, que el Señor
sea poniendo en mi corazón de manera total una vida en completa integridad, porque
también sé que no somos perfectos y no soy la excepción; tengo mis errores como
todos.
Amado Señor: Gracias
por todas las circunstancias que me llevaron a escribir y mandar mis
devocionales. Te ruego que examines mi corazón, que lo sondees y mires si hay
algo que no te agrade; pon en mí un espíritu humilde y compasivo y dame solo
las palabras tuyas para que yo no caiga en banalidades ni insipideces que
trastornen el mensaje enviado. Gracias por tu fidelidad y disciplina que día a
día nos enseñas. Gracias porque sabemos que un día llegaremos al pleno
conocimiento tuyo y esa es la gran esperanza que tenemos para alcanzar la
perfección.
Un abrazo y
bendiciones.