martes, 23 de septiembre de 2014

Amamos esa nación y oramos por su paz




Con astucia conspiran contra tu pueblo; conspiran contra aquellos a quienes tú estimas. Y dicen: ¡Vengan, destruyamos su nación!  ¡Que el nombre de Israel no vuelva a recordarse! 
Salmo 83:3-4.


Lectura: Salmo 83:1-18.  Versículos del día: Salmo 83:3-4.

MEDITACIÓN DIARIA

La persecución al pueblo de Israel no es de ahora, siempre ha existido. Las naciones especialmente las orientales no pueden entender que la mano de Dios siempre ha estado sobre ellos y que ha pesar de desear su exterminio, van adelante.  “Como un solo hombre se confabulan; han hecho un pacto contra ti: los campamentos de Edom y de Ismael,  los de Moab y de Agar,  Guebal, Amón y Amalec, los de Filistea y los habitantes de Tiro.  ¡Hasta Asiria se les ha unido; ha apoyado a los descendientes de Lot!” (vv. 5-8)
En el año 48 cuando Israel volvió a hacer nación nadie daba un céntimo por ella; sin embargo, hoy en día a pesar de su corta edad, es un pueblo poderoso y batallador. Los noticieros se van lanza en ristre sobre Israel, pero no hablan de lo que sus enemigos están haciendo contra ellos. Conocedores ellos de las Escrituras, muy seguramente también le claman a Dios como el salmista: “Señor, cúbreles el rostro de ignominia, para que busquen tu nombre.  Que sean siempre puestos en vergüenza; que perezcan humillados. Que sepan que tú eres el Señor, que ése es tu nombre; que sepan que sólo tú eres el Altísimo sobre toda la tierra” (vv. 16-18). 
Por parte del pueblo cristiano, creo que el judío tiene un aliado junto a ellos.  El Señor Jesús era judío, sus discípulos judíos y el apóstol Pablo judío y de ahí venimos nosotros: por la predicación de Pablo a los gentiles. Además de eso, considero que la historia de la humanidad gira alrededor de la historia de Israel: por eso lo mejor es que como ramas injertadas que somos (Romanos 11:17), oremos por la paz de esa nación (Salmo 122:6), y no nos dejemos contagiar de todo lo malo que se habla de Israel.

Amado Señor Jesús: Gracias por enseñarnos a amar a los que siempre han sido tuyos. Gracias porque eres el judío más grande de la historia de la humanidad.  Gracias porque nuestra última morada será la grandiosa Jerusalén celestial que nos tienes preparada.  Hoy oramos porque en esa tu patria terrenal, haya la paz tan anhelada.

Un abrazo y bendiciones.

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