domingo, 4 de mayo de 2014

Sin dejar que el pecado nos esclavice de nuevo



Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos.   
Romanos 6:12.


Lectura: Romanos 6:1-23.  Versículo del día: Romanos 6:12.

MEDITACIÓN DIARIA

Antes de recibir al Señor, éramos esclavos del pecado; por lo tanto, ahora que somos de la familia de Dios y que el Espíritu Santo mora en nosotros, no podemos seguir conviviendo con el pecado. El Señor nos llamó a libertad no a libertinaje. La naturaleza pecaminosa aun sigue influyendo en el creyente y la voluntad se debilita. Hay que entender que vivimos en un mundo caído y que todo a nuestro alrededor gira sobre eso: Televisión, internet, compañeros de trabajo, de universidad, etc. Así que queriendo hacer el bien, resultamos obrando mal, pero gracias a Dios, como bien nos lo afirma Pablo, por Jesucristo nuestro Señor (Romanos 7:18-25).     
Entonces, es cuando tenemos que voltear los ojos al Señor y entender que por su infinita misericordia estamos ya en su camino y pedirle que sea Él quien vaya cambiando hábitos y costumbres pecaminosas.  El Señor se encargará de poner en cada uno, tanto el querer como el hacer. Considerarnos muertos al pecado (v. 11 en la lectura), sin permitirle que haga cama en nosotros; viviendo para Cristo Jesús porque es Él, quien vive. Hay que revestirnos de la naturaleza nueva.  Si bien es cierto que Satanás nos invita a pecar, la decisión de hacerlo es nuestra y nosotros lo podemos dominar con la acción del Espíritu Santo. Si no tenemos sabiduría para guiarnos por el camino recto, pidámosela a Dios (Santiago 1:5); si no tenemos dominio propio, llenémonos de su Santo Espíritu y gocemos de su presencia (Efesios 5:18). “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). No permitamos que el pecado nos vuelva a esclavizar. Ya que hemos sido liberados de esta carga y estamos al servicio de Dios, cosechemos la santidad que conduce a la vida eterna (v. 22 en la lectura).

Amado Señor Jesús: Gracias porque Tu viniste a morir por nuestros pecados y ya mora en nosotros la gracia abundante con la que nos has provisto. Queremos hacer tu voluntad y no dar marcha atrás dejando que el pecado siga habitando y esclavizándonos.  Gracias porque contigo tenemos todo el poder para continuar de tu mano, avanzando hacia la meta final.

Un abrazo y bendiciones.  

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