Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.Romanos 10:8b-10.
Lectura: Romanos 10:1-21. Versículos del día: Romanos 10:8b-10.
MEDITACIÓN DIARIA
La Biblia es muy clara
respecto a la salvación. Jesucristo es
Dios y se hizo hombre para venir a salvarnos. No es solamente de decirlo por
decirlo, de aceptarlo por darle gusto a otros o porque se sigue una
tradición. Es un encuentro personal muy
íntimo entre la persona y el Señor Jesús. Es confesarlo con la boca, creyendo
en el corazón porque con la boca podemos decir muchas cosas o repetir palabras
vagas que ni siquiera retenemos; solamente repetir como hacen los loritos,
mientras que en el fondo del corazón estamos conceptuando todo lo contrario.
También dice el Evangelio
de Juan: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el
derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1.12).
Recibir al Señor, aceptarlo en el corazón, es formar parte de la familia
de Dios. Tenemos la idea de que todos
somos hijos de Dios y no lo somos hasta que nos decidimos a aceptarlo; mientras
tanto somos solamente criaturas de
Dios, porque pertenecemos a su creación.
El mismo Jesús aclaró
lo siguiente: “Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie
llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Así que no busquemos otro camino porque todos pueden conducir a Roma
pero no a la patria celestial. “Todo el que confíe en él no será jamás
defraudado” (v. 11 en la lectura).
Al final, nadie va a
tener excusa de decir que no oyeron o no supieron del mensaje de salvación: “¡Claro
que sí! «Por toda la tierra se difundió
su voz, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!»” (v. 18). Nadie tiene excusa.
Si nunca has tenido ese
encuentro personal con Jesucristo y deseas hacerlo en este momento, te invito a
orar así:
Señor Jesucristo: Hoy
confieso con mi boca creyendo en mi corazón que eres el Hijo de Dios levantado
de entre los muertos, para darme vida y salvación. Te abro la puerta de mi corazón y te acepto como
mi Señor y Salvador personal; perdona mis pecados y hazme la persona que deseas
que yo sea. Gracias Señor por escuchar mi oración, por perdonarme y limpiarme y
por darme todo el poder de tu Santo Espíritu. En tu nombre Jesús, amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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