jueves, 8 de mayo de 2014

La Palabra de fe que predicamos




Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.  
 Romanos 10:8b-10.


Lectura: Romanos 10:1-21.  Versículos del día: Romanos 10:8b-10.

MEDITACIÓN DIARIA

La Biblia es muy clara respecto a la salvación.  Jesucristo es Dios y se hizo hombre para venir a salvarnos. No es solamente de decirlo por decirlo, de aceptarlo por darle gusto a otros o porque se sigue una tradición.  Es un encuentro personal muy íntimo entre la persona y el Señor Jesús. Es confesarlo con la boca, creyendo en el corazón porque con la boca podemos decir muchas cosas o repetir palabras vagas que ni siquiera retenemos; solamente repetir como hacen los loritos, mientras que en el fondo del corazón estamos conceptuando todo lo contrario. 
También dice el Evangelio de Juan: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1.12).   Recibir al Señor, aceptarlo en el corazón, es formar parte de la familia de Dios.  Tenemos la idea de que todos somos hijos de Dios y no lo somos hasta que nos decidimos a aceptarlo; mientras tanto somos solamente criaturas de Dios, porque pertenecemos a su creación.
El mismo Jesús aclaró lo siguiente: “Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6).  Así que no busquemos otro camino porque todos pueden conducir a Roma pero no a la patria celestial. “Todo el que confíe en él no será jamás defraudado” (v. 11 en la lectura).
Al final, nadie va a tener excusa de decir que no oyeron o no supieron del mensaje de salvación: “¡Claro que sí!  «Por toda la tierra se difundió su voz, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!»” (v. 18).  Nadie tiene excusa. 
Si nunca has tenido ese encuentro personal con Jesucristo y deseas hacerlo en este momento, te invito a orar así:

Señor Jesucristo: Hoy confieso con mi boca creyendo en mi corazón que eres el Hijo de Dios levantado de entre los muertos, para darme vida y salvación.  Te abro la puerta de mi corazón y te acepto como mi Señor y Salvador personal; perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por escuchar mi oración, por perdonarme y limpiarme y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu.  En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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