Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota.Lamentaciones 3:21-22.
Lectura: Lamentaciones
3:19-33. Versículos del día:
Lamentaciones 3:21-22.
MEDITACIÓN DIARIA
Sí, somos muy dados a
olvidar las bondades del Señor y nos acordamos de ellas, tal vez en nuevos
momentos de angustia. Quizá en parte
esté angustiada; la verdad tengo que
someterme a otra cirugía en quince días
y lo que menos quería era volver nuevamente al quirófano. Sin embargo, el Señor a través de su Palabra
me recuerda que no estoy sola: “Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy
grande es su fidelidad!” (v. 23). Su
fidelidad es algo que me reconforta; y lo hermoso de esto, es que así yo no sea
fiel con el Señor, no por eso, Él me dejará.
Su amor es inmutable: nunca cambia y nunca se agota.
Al final, después de
darle vueltas y vueltas a mi cabeza, llego a la conclusión que no tengo por qué
temer. Mi Dios es más poderoso que el
cirujano, el anestesiólogo y los que me tengan que asistir en ese
procedimiento. Por tanto, digo: «El
Señor es todo lo que tengo. ¡En él
esperaré!»” (v. 24).
Sé que para algunas personas
es incomprensible el verme nuevamente en dichas circunstancias; y no crean, yo
también se lo he preguntado al Señor, pero mis oídos parecen escuchar aquello
que una vez entendí: ‘te amo tanto, que no quiero que apartes tus ojos de mí’. Sí; en otras palabras no es más que: «Bástate
mi gracia; mi poder se perfecciona en tu debilidad» (2 Corintios 12:9). Tal vez esta será la manera de tenerme
fuertemente aferrada de su mano, hasta que llegue el día en que repose
completamente entre sus brazos.
Amado Señor: ¡Tú lo
sabes todo; tú sabes que te amo! Tú conoces mi andar y mi sentar. Eres mi
fuerza, mi roca, mi libertador, mi más alto escondite, mi refugio seguro. Aun si estoy en el lugar más recóndito, ahí
estás presente y tu mano me sostendrá. ¡Tú nunca me dejarás! Gracias mi buen
Pastor.
Un abrazo y
bendiciones.
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