El que estaba sentado en el trono dijo: ‘¡Yo hago nuevas todas las cosas!’ Y añadió: ‘Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza’.Apocalipsis 21:5.
Lectura diaria: Apocalipsis
21:1-27. Versículo principal:
Apocalipsis 21:5.
REFLEXIÓN
Me apasiona leer este Libro de
Apocalipsis. No voy a decir que los
capítulos que hablan de destrucción y muerte avasalladora, porque mentiría. Pero llegar a su culminación, a encontrarme
con la Nueva Jerusalén de calles de oro y mar de cristal, decorada con piedras
preciosas y puertas de perlas (vv. 18-21), me lleva a un éxtasis inconfundible. Pensar que allí en el trono sentado
majestuosamente el Gran Rey, no va a tener inconveniente alguno para levantarse
y enjugar toda lágrima que brote de mis ojos, es algo tan grandioso difícil de
comparar con momento alguno aquí en la tierra.
El Alfa y la Omega, el Principio
y el Fin, El que vino a darme gratuitamente del agua de vida para refrescarme
en tiempos desérticos, ha hecho de mí una persona completamente nueva. Desde el momento en que le dije: “Toma mi
vida”, comenzó su obra regeneradora. ¡Cómo
iba a entenderlo en esos momentos! No
tenía ni idea lo que significaba en verdad decirle: “Hazme la persona que
quieres que yo sea” ¡y qué obra
maravillosa has ido tallando con tus manos!
Soy una nueva creación. ¡Lo viejo
ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (2 Corintios 5:17). Ya
todos los dolores y lamentos quedarán atrás; el pasado poco o nada importan; el
futuro se vislumbra glorioso en medio de un resplandor espectacular, del cual
nadie querrá quedarse atrás. Es el
regalo más maravilloso que podamos alcanzar: la vida eterna ofrecida por el
Cordero inmolado y de la que haremos parte, todos los que hemos aceptado ese
sacrificio sublime del Señor Jesús por remisión de nuestros pecados. El nuevo orden de Dios comenzará y seremos
partícipes de esta nueva vida, todos aquellos cuyos nombres se encuentren
escritos en el libro de la vida, el libro del Cordero (v. 27b). ¡Allí, estará mi nombre! ¡Un nuevo amanecer, un nuevo comienzo! Palabras verdaderas y dignas de confianza.
Mi Amado Señor: ¡Cómo no darte
gracias por haber fijado tus ojos en mí!
¡Cómo no decirte que añoro con ansías ese nuevo amanecer! Permíteme expresar las palabras de María: “Mi
espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su
humilde sierva”. Sí mi Señor, gracias
por mirarme a los ojos sonriendo y atraerme hacia ti con tus brazos amorosos.
Un abrazo y bendiciones.
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