Oh Señor, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!Salmo 8:9.
Lectura diaria: Salmo 8:1-9. Versículo principal: Salmo 8:9.
REFLEXIÓN
Toda la naturaleza por sí sola
habla de la gloria de Dios; pero si hay algo cautivador y que nos deja embelesados
reconociendo su majestuosidad, es poder observar un amanecer o atardecer
llanero. Saliendo a la madrugada de
Acacías hacia Villavicencio tuve la oportunidad de ver el más impresionante sol
naciente brotando como del suelo, para ir tomando su curso y aumentando paso a
paso su esplendor. Me impresionó que a
pesar del aguacero que caía, sus rayos
se levantaban centelleantes cual fuego ardiente como queriendo decir: “Aquí
estoy, soy el astro mayor y ni aún la lluvia podrá apagar mi resplandor”. Tengo que aceptar que habiendo vivido tanto
tiempo en esa región, nunca había tenido la oportunidad de divisar semejante
espectáculo tan maravilloso. Quedé
extasiada por unos minutos pensando en
las maravillas de nuestro Creador. “¡Haz
puesto tu gloria sobre los cielos!” (v. 1b).
Y al igual que el Salmista David,
digo: “Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas
que allí fijaste, me pregunto: ¿qué es el hombre para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano para que lo tomes en
cuenta?” (vv.3-4). Lo coronas de gloria y de honra; lo entronizas sobre la obra de tus manos (vv.5 y 6).
Señor: ¿Quién soy yo para que me
hayas mirado con tu amor? Me consientes, me arrullas, me
llamas “la niña de tus ojos”; si estoy cansada me alzas y dándome nuevas
fuerzas me levantas para continuar. ¡Cómo no admirar toda tu creación y saber
que soy parte de ella! ¡Cómo no saber
que tu gloria se refleja en los cielos!
¡Tu nombre es imponente en toda la tierra!
Un abrazo y bendiciones.
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