domingo, 28 de octubre de 2012

De igual manera somos la niña de sus ojos



Cuídame como a la niña de tus ojos; escóndeme, bajo la sombra de tus alas.  
 Salmo 17:8.


Lectura diaria: Salmo 17:6-15.  Versículo principal: Salmo 17:8.

REFLEXIÓN

Quién mejor para conocernos que nuestro Padre celestial; Él es nuestro Creador, sabe todo lo que deseamos, todo lo que nos inquieta.  No hay nada que salga y no lo sepa: “Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aún a la distancia me lees el pensamiento” (Salmo 139:2).
Me fascina la canción de Daniel Calveti, “La niña de tus ojos”, porque la tomo literalmente como dice.  Me considero su niña, su hijita adoptada por su inmenso amor; sin embargo, si vamos a lo profundo de este versículo y de otros que hablan de la niña de los ojos, tenemos que tener en cuenta que se hace alusión es a la pupila del ojo.  Cuando un mugresito por pequeño que sea se introduce en el ojo, la molestia no se hace esperar y no podemos estar tranquilos hasta no deshacernos de él.  La sola brisa fuerte o el demasiado sol ya nos incomodan y no nos permite vislumbrar bien los objetos ni el panorama.  Entonces, la pupila o niña de los ojos es demasiado delicada y hay que ponerle bastante atención.  De igual manera, Dios nos cuida y protege como sus hijos que somos: “Tu protección me envuelve por completo” (Salmo 139:5).  Nos salvaguarda de los ímpetus del viento y de la furia del enemigo.
Es que su amor y ternura son tan incomparables que aun estando en el desierto vemos su cuidado: “Lo halló en tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo.  Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la niña de sus ojos” (Deuteronomio 32:10).  Nos guardó, nos refugió, nos albergó, nos amparó, tal como se protege a la pupila del ojo, para que nada ni nadie le haga daño.
Sea la pupila del Señor, la niña de sus ojos, o sea literalmente la niña que Él abraza y consiente de todas maneras para mí es lo mismo porque llegamos a la misma conclusión: me rodea, me cuida, me arrulla, me resguarda como a la niña de sus ojos, la que soy; y por esto me considero “la niña de sus ojos” de manera literal.

Señor, gracias porque tanto amor es indecible; porque como lo expresaba David, es tan maravilloso que no lo podemos comprender ni entender por lo sublime. Estamos en tus manos, síguenos guardando y consintiendo como a la niña de tus ojos.

Un abrazo y bendiciones.   

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