Cuídame como a la niña de tus ojos; escóndeme, bajo la sombra de tus alas.Salmo 17:8.
Lectura diaria: Salmo
17:6-15. Versículo principal: Salmo
17:8.
REFLEXIÓN
Quién mejor para conocernos que
nuestro Padre celestial; Él es nuestro Creador, sabe todo lo que deseamos, todo
lo que nos inquieta. No hay nada que
salga y no lo sepa: “Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aún a la
distancia me lees el pensamiento” (Salmo 139:2).
Me fascina la canción de Daniel
Calveti, “La niña de tus ojos”, porque la tomo literalmente como dice. Me considero su niña, su hijita adoptada por
su inmenso amor; sin embargo, si vamos a lo profundo de este versículo y de
otros que hablan de la niña de los ojos, tenemos que tener en cuenta que se hace
alusión es a la pupila del ojo. Cuando
un mugresito por pequeño que sea se introduce en el ojo, la molestia no se hace
esperar y no podemos estar tranquilos hasta no deshacernos de él. La sola brisa fuerte o el demasiado sol ya
nos incomodan y no nos permite vislumbrar bien los objetos ni el panorama. Entonces, la pupila o niña de los ojos es demasiado
delicada y hay que ponerle bastante atención.
De igual manera, Dios nos cuida y protege como sus hijos que somos: “Tu protección
me envuelve por completo” (Salmo 139:5).
Nos salvaguarda de los ímpetus del viento y de la furia del enemigo.
Es que su amor y ternura son tan
incomparables que aun estando en el desierto vemos su cuidado: “Lo halló en
tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo. Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la
niña de sus ojos” (Deuteronomio 32:10). Nos
guardó, nos refugió, nos albergó, nos amparó, tal como se protege a la pupila
del ojo, para que nada ni nadie le haga daño.
Sea la pupila del Señor, la niña
de sus ojos, o sea literalmente la niña que Él abraza y consiente de todas
maneras para mí es lo mismo porque llegamos a la misma conclusión: me rodea, me
cuida, me arrulla, me resguarda como a la niña de sus ojos, la que soy; y por
esto me considero “la niña de sus ojos” de manera literal.
Señor, gracias porque tanto amor
es indecible; porque como lo expresaba David, es tan maravilloso que no lo podemos
comprender ni entender por lo sublime. Estamos en tus manos, síguenos guardando
y consintiendo como a la niña de tus ojos.
Un abrazo y bendiciones.
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