¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro!Salmo 4:6b.
Lectura diaria: Salmo 4:1-8. Versículo principal: Salmo 4:6b.
REFLEXIÓN
Jesús es la luz (Juan 8:12) y nos ha dejado su
luz precisamente para que vayamos a iluminar las densas tinieblas que se
levantan sobre el mundo: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos
puedan ver las buenas obras de ustedes, y alaben al Padre que está en los
cielos” (Mateo 5:16). Entonces, si en
nosotros está Jesús, tenemos viva esa llama y sus destellos deben llegar hacia
los demás a través del comportamiento que presentemos. Es necesario que nuestra luz esté en lo alto y
alumbre en todo su esplendor para que otros le conozcan y se llenen también de
su luz y su calor. “Son muchos los que
dicen: ¿Quién puede mostrarnos algún bien?” (v. 6a). Somos nosotros los encargados de esa misión;
nosotros que tenemos ya la luz de Cristo y esa luz tiene que reflejar también
el mismo amor y misericordia que el Señor nos tuvo.
Hacer brillar la luz de Jesús en
el rostro es llevar consuelo al afligido; es compartir con el desamparado lo
que hemos recibido gratuitamente; es dar un abrazo, una mirada de amor. Es poner las gotas de su paz en los corazones
de los que andan perturbados y asustados.
Es hacerles ver que el Dios del amor es un Padre incondicional, imperecedero,
fiel e infinitamente misericordioso y justo.
Permitamos que la llama de la luz
de Jesús este siempre brillando, titilando constantemente para que otros
también le conozcan y alaben al Padre celestial.
Señor, permite que jamás se
extinga la llama que has permitido que se refleje en nuestro rostro para que
los que transitan en oscuridad, puedan ver con claridad quien eres tú.
Un abrazo y bendiciones.
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