miércoles, 17 de octubre de 2012

Brillando con resplandor propio



¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro!  
 Salmo 4:6b.


Lectura diaria: Salmo 4:1-8.  Versículo principal: Salmo 4:6b.

REFLEXIÓN

Jesús es la luz (Juan 8:12) y nos ha dejado su luz precisamente para que vayamos a iluminar las densas tinieblas que se levantan sobre el mundo: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes, y alaben al Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).  Entonces, si en nosotros está Jesús, tenemos viva esa llama y sus destellos deben llegar hacia los demás a través del comportamiento que presentemos.  Es necesario que nuestra luz esté en lo alto y alumbre en todo su esplendor para que otros le conozcan y se llenen también de su luz y su calor.  “Son muchos los que dicen: ¿Quién puede mostrarnos algún bien?” (v. 6a).  Somos nosotros los encargados de esa misión; nosotros que tenemos ya la luz de Cristo y esa luz tiene que reflejar también el mismo amor y misericordia que el Señor nos tuvo. 
Hacer brillar la luz de Jesús en el rostro es llevar consuelo al afligido; es compartir con el desamparado lo que hemos recibido gratuitamente; es dar un abrazo, una mirada de amor.  Es poner las gotas de su paz en los corazones de los que andan perturbados y asustados.  Es hacerles ver que el Dios del amor es un Padre incondicional, imperecedero, fiel e infinitamente misericordioso y justo. 
Permitamos que la llama de la luz de Jesús este siempre brillando, titilando constantemente para que otros también le conozcan y alaben al Padre celestial.

Señor, permite que jamás se extinga la llama que has permitido que se refleje en nuestro rostro para que los que transitan en oscuridad, puedan ver con claridad quien eres tú.

Un abrazo y bendiciones.

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