Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo.Eclesiastés 4:9.
Lectura diaria: Eclesiastés
4:7-12. Versículo principal: Eclesiastés
4:9.
REFLEXIÓN
Cuando Dios creó al hombre se dio
cuenta que le era necesaria una compañía: “No es bueno que el hombre esté
solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”
(Génesis 2:18). El Señor empezó a
buscarle esa ayuda a través de toda ave del cielo y animal del campo, “sin
embargo, no se encontró entre ellos la ayuda adecuada para el hombre” (Génesis
2:20). Entonces el Señor hizo que el
hombre cayera en un sueño profundo y de una de sus costillas hizo a la mujer,
se la presentó al hombre y este exclamó: “Esta es hueso de mis huesos y carne de
mi carne. Se llamará mujer porque del
hombre fue sacada” (Génesis 2:23). Así
la mujer se convirtió en la ayuda idónea para el hombre, y cuando los dos se
unen se transforma en matrimonio. El Rey
Salomón que lo entendió muy bien nos enseña que los dos pueden lograr más fácil
cualquier propósito: sus fuerzas se unen y obtienen el éxito deseado. Dos
cabezas piensan mejor que una, y en cuanto a planificación y proyectos en el
hogar, el hombre se guía más por lo racional y la mujer por los
sentimientos. Debido a esta diferencia
se complementan y se alcanzan mejores decisiones.
También nos dice Salomón que
estando los dos, si el uno se cae el otro lo levanta; y que si uno tiene frío al acostarse, el otro
lo calienta (vv. 10 y 119). Definitivamente, porque para esto fuimos
creados: para ser una sola carne y por lo mismo los dos se necesitan solidariamente. Ser una sola carne no solamente se refiere a
la unión sexual, se refiere también a sentir dolor mutuo en la adversidad como
también a regocijarse y compartir las alegrías como uno solo. Por eso no es
conveniente que se separen: “No es bueno que el hombre esté solo”; y si lo
hacen, que sea por poco tiempo. “Uno
solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe
fácilmente!” (v. 12).
Fomentemos cada día el amor
conyugal apoyándonos recíprocamente en las buenas y en las malas. Entendiendo que con nuestro cónyuge somos uno,
y dándole gracias a Dios por permitirnos tener una compañía especial a nuestro
lado.
Amado Señor: Gracias porque
cuando dices que los dos son una sola carne es porque están fundidos; están
compenetrados el uno al otro en todas las áreas personales. Enséñanos a practicar verdaderamente tu
Palabra para que el mundo vea hogares completamente diferentes, que creen y honran tu Nombre.
Un abrazo y bendiciones.
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