lunes, 6 de febrero de 2012

Sus propósitos unidos a su voluntad

Así que cuando los mercaderes madianitas se acercaron, sacaron a José de la cisterna y se lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Fue así como se llevaron a José a Egipto.
Génesis 37:28.


Lectura diaria: Génesis 37:1-36. Versículo principal: Génesis 37:28.


REFLEXIÓN


El capítulo nos narra la historia de José con sus hermanos y como por envidia querían matarlo por relatarles sus sueños donde les daba a entender que él gobernaría sobre ellos y todos los de su casa le tendrían que rendir pleitesía. Convencieron a su padre Jacob de que lo había matado un animal salvaje cuando en realidad lo vendieron a unos mercaderes de Egipto. La envidia genera odios y puede hacer estragos como en este caso. Sin embargo, Dios sabía perfectamente hacia donde dirigía los acontecimientos y mientras Jacob lloraba por la ausencia de su hijo, Dios lo estaba exaltando en el país extranjero donde residía, con un fin específico: no permitir la extinción de Israel (Jacob), a causa de la sequía y la hambruna que más tarde se desató en la región de Canaán.

Nunca sabemos hacia donde nos lleva una prueba y no debemos ser ligeros para juzgar y menos ponerle tropiezo a los planes de Dios: “El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir” (Sal. 37:23). Nuestra convicción debe ser tan fuerte que nos lleve a pensar y hablar sobre su infinito amor sabiendo que todas las cosas nos ayudan para bien (Ro. 8:28). En cada prueba hay una bendición oculta. Muchas veces nos encontramos en situaciones demasiado adversas y en vez de preguntarle al Señor ¿para qué?, lo convertimos solo en ¿por qué? Y ¿por qué a mí?, sin tener en cuenta que sus caminos no son los nuestros y que lo que está haciendo redundará en beneficio. Quizá sembramos con dolor y llanto la tragedia pero más adelante recogeremos las lágrimas en la redoma de la bendición y el gozo. Los propósitos de Dios están canalizados en su perfecta voluntad y llegará el momento en que entenderemos el fin de cada uno de ellos.


Señor: Gracias porque las pruebas no significan que nos hayas abandonado, sino tu presencia real en medio de la adversidad.


Un abrazo y bendiciones.

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