sábado, 4 de febrero de 2012

Me coronas de alegría

Y volverán los rescatados del Señor, y entrarán en Sión con cantos de alegría, coronados de una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y el regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido.
Isaías 35:10.


Lectura diaria: Isaías 35:1-10. Versículo principal: Isaías 35:10.


REFLEXIÓN


Compartí con mis familiares en estos días un estudio fotográfico que con motivo de mi cumpleaños me mandó realizar mi amado esposo. He tenido a raíz de esto gran regocijo en mi corazón y toda la gloria se la doy al Señor, al tener respuestas halagándome por lo bien que estoy. Hace tres años por esta época me estaba preparando para mi última cirugía del cáncer de seno. Fue la más larga y difícil; por consiguiente mi corazón estaba acongojado y por más cogida que estuviese del Señor, en mi carne humana por ratos me sentía desfallecer. Sabía muy bien lo que me esperaba e incluso llegué a orar de la misma manera que lo hizo el Señor: –Si es posible Padre, aparta de mí este trago amargo; pero si es tu voluntad, hazlo–. Ahora que ha pasado el tiempo y que mi recuperación y sanidad han sido maravillosas puedo andar con regocijo y de verdad me siento como rescatada por mi Señor. Bendecida, demasiado bendecida. “Florecerá y se regocijará: ¡Gritará de alegría! Se le dará la gloria del Líbano, y el esplendor del Carmelo y de Sarón” (v. 2). Así es; no necesito esperar el irme a su presencia, porque su Palabra poco a poco se va plasmando en mi vida. Esas primeras frases de que me hablaron cuando me convertí al Señor, se hacen realidad: “He venido para que tengas vida y vida en abundancia” (Jn.10:10). La vida en abundancia la empiezo a gozar desde aquí en la tierra. ¡El Señor es fiel; no hay qué temer! Es Él quien da nuevas fuerzas al cansado y fatigado. Yo volaré como las águilas, correré y no me fatigaré; caminaré y no me cansaré (Is. 40:31 ). “Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas” (Sal. 103:3-5). Estas han sido sus promesas y así se han cumplido: me rescató del sepulcro cubriéndome con amor y compasión, ¡y ahora me rejuvenece como a las águilas! ¡Tanto amor Señor me abruma! ¿Que mi vida ha sido un lecho de rosas estos tres años? De ninguna manera; han surgido contratiempos de otra índole, pero mi salud ha estado en perfectas condiciones y toda la gloria y honra son para el Señor.


Señor: ¡Ojalá pudiera mi cabeza reposar sobre tu izquierda! ¡Ojalá tu derecha me abrazara! ¡Grábame como un sello sobre tu corazón!


Un abrazo y bendiciones.

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