lunes, 27 de febrero de 2012

Practicar el amor incondicional

Todo el que así mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Lucas 14:11.


Lectura diaria: Lucas 14:1-14. Versículo principal: Lucas 14:11.


REFLEXIÓN


La prepotencia, el orgullo y la altivez no dejarán nada bueno. Dejarán sí, huellas en la persona que las recibe. Hay tantas maneras de enaltecerse que seguramente ni cuenta nos damos de ello. No solamente el desprecio y la humillación nos llevan a ello; también lo considero cuando se habla personalmente aduciendo detalles de estudios, inteligencia e incluso de los bienes que se tiene. Bien nos dice la Biblia: “No te jactes de ti mismo; que sean otros los que te alaben” (Pr. 27:2). También diría que entran en esta categoría, las personas que sin serlo o tenerlo quieren convencer que son más altos, ricos o influyentes, de lo que en verdad, lo son. No solamente pasan por presumidas sino por mentirosas. Todas éstas son muestra de engrandecimiento las cuales no compaginan con el carácter de Cristo.

En la lectura el Señor nos da una parábola donde nos enseña que es mejor no hacerse notar, que presumir de muchas ínfulas y después quedar avergonzado: “Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya algún invitado más distinguido que tú. Si es así, el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: “Cédele tu asiento a este hombre”. Entonces avergonzado tendrás que ocupar el último asiento” (vv. 8-9). Por eso también dice el Señor que es preferible invitar a cenar a los pobres, inválidos, cojos o ciegos porque ellos no tienen con qué retribuir el favor mientras que los ricos sí. En otras palabras, es mejor estar con ellos que con gente petulante y vanidosa; además de ese modo tendrá la recompensa de Dios.

Este es el amor incondicional del que Dios nos habla; del que quiere que practiquemos, del ayuno escogido por Él: el de compartir el pan con el hambriento, dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y saciar la necesidad del desvalido (Is. 58:7-10). Cuando lo ejercemos, estamos cumpliendo con la verdadera esencia del evangelio: la religión pura y sin mancha bajándonos a la estatura del necesitado; poniéndonos sus zapatos y conservándonos limpios de la corrupción del mundo; nos lo dice el apóstol Santiago en su carta. (Stg. 1:27).

Reflexionemos sobre lo anterior y pidámosle al Señor un corazón manso y humilde como el de Él. “De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (Ef. 4:13).


Gracias Señor por tu Palabra; gracias porque cada día nos das una enseñanza nueva con el fin de que vayamos creciendo a la estatura tuya.


Un abrazo y bendiciones.

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