martes, 21 de febrero de 2012

El sacrificio de una madre

Cuando ya no pudo seguir ocultándolo, preparó una cesta de papiro, la embadurnó con brea y asfalto y, poniendo en ella al niño, fue a dejar la cesta entre los juncos que había a la orilla del Nilo.
Éxodo: 2:3.


Lectura diaria: Éxodo 2:1-10. Versículo principal: Éxodo 2:3.


REFLEXIÓN


La historia de Jocabed nos muestra hasta dónde puede llegar una madre por sacar avante a sus hijos. ¿Cuántas mujeres tienen que realizar sacrificios duros para darles un mejor porvenir a ellos? En la actualidad se nota muchísimo más esta situación, puesto que a muchas les toca el papel de madre y padre. Desafortunadamente, esta labor es poco reconocida no solamente por el estado que poca ayuda ofrece en estos casos; y lo más triste, por los propios hijos que en ocasiones la subvaloran y no tienen hacia ella ningún reconocimiento.

A Jocabed le fue impuesta una misión: “Llévate a este niño y críamelo. Yo te pagaré por hacerlo” (v. 9), fueron las palabras expresadas por la hija del faraón. Muy seguramente la madre tuvo que criarlo en medio de dos culturas: para que aprendiera a comportarse entre la dinastía egipcia, pero a la vez, con los valores y enseñanzas de su pueblo hebreo. No debió ser fácil la tarea; pero la sabiduría de Dios, siempre está del lado de las madres. De igual manera que a Jocabed, Dios también nos manda criar a nuestros hijos con el temor reverente hacia Él y al mismo tiempo que sean personas útiles y puedan ser íntegros en la sociedad. Es bien cierto que en ocasiones el trabajo arduo no le permite a una madre dedicarle todo el tiempo que ella quisiera, pero es indispensable que vaya cimentando en cada uno de ellos su fe, respeto y amor por el Señor a través de la enseñanza de su Palabra. Los hijos son los tesoros más valiosos que Dios ha puesto en nuestras manos y debemos velar por ellos y cuidarlos del mismo modo que cuidaríamos un cofre con diamantes. ¿Acaso no valen ellos mucho más? “Instruye al niño en el camino correcto, y aún en su vejez no lo abandonará” (Pr. 22:6). Todo lo que se aprende de niño es lo que perdura.

Madres: responsabilicémonos en la misión que Dios nos ha dejado como legado. Hijos: aprendamos a valorarlas, respetarlas y honrarlas recordando que es el primer mandamiento con promesa.


Amado Dios: Danos sabiduría para guiar a nuestros hijos por la senda correcta y sostennos en la tarea de instruirlos en tu verdad. Gracias por sus vidas, Señor.


Un abrazo y bendiciones.

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