jueves, 9 de febrero de 2012

Proclamar la grandeza del Señor

¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es insondable.
Isaías 40:28.


Lectura diaria: Isaías 40:1-31. Versículo principal: Isaías 40:28.


REFLEXIÓN


Quizá no sabemos en verdad ni nos hemos enterado quién es en realidad nuestro Dios. Tal vez nuestra mente no alcanza a comprender la magnitud de su grandeza y poder. Sus atributos rebosan todo conocimiento y son difíciles de descifrar. El hombre, creado por Él, es insignificante; es como la hierba que se seca y la flor que se marchita. Aparece majestuoso pero su gloria no perdura (vv. 6-8). Esto sucede así para que en algo tratemos de entender que el Poderoso, el Rey de reyes, es quien gobierna con su brazo omnipotente; es el Gran pastor que está pendiente de su rebaño, recogiendo sus ovejas esparcidas o heridas para llevarlas en su regazo (v. 10), porque su misericordia y amor también son incomparables. Él, el Soberano, el Altísimo, impartió conocimiento a su antojo y puso como quiso montañas, cerros, llanos y laderas. Nadie fue su consejero ni a nadie consultó porque su inteligencia es inquebrantable. Y pregunta: “¿Acaso no lo sabían ustedes? ¿No se habían enterado? ¿No se les dijo desde el principio? ¿No lo entendieron desde la fundación del mundo?” (v. 21). Como quien dice: –desde tu nacimiento mis obras hablan por sí mismas, y tú ¿por qué no te habías dado cuenta de ello? –. ¡Nuestro Dios es incomparable! ¡A su infinidad de estrellas ordena y a cada una la llama por su nombre, sin que falte ninguna de ellas! (v. 26). ¿Existe alguien que lo pueda imitar?

¿A quien más vamos a rendirle pleitesía? ¿A quién vamos a adorar y a amar? Oigamos lo que nos dice a través de su Palabra, el mandato más importante: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mc. 40:30). Sí, hasta donde nos dé capacidad nuestra mente, amemos al Señor integralmente porque lo merece. Reflexionemos; démonos un tiempo para ver su grandeza, para escuchar su voz y entender en algo, quién es en verdad nuestro Dios y Señor.


Digno eres Señor de recibir todo honor, gloria, honra y alabanza porque todas las cosas incluyéndonos nosotros; proceden, existen y son para ti.


Un abrazo y bendiciones.

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