martes, 1 de noviembre de 2011

¡Aún en la vejez, Señor!

Aun cuando yo sea anciano y peine canas, no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y de a conoce tus proezas a los que aún no han nacido.
Salmo 71:18.


Lectura diaria: Salmo 71:14-24. Versículo para destacar: Salmo 71:18.


ENSEÑANZA


El Señor Jesucristo nos dejó la tarea de cumplir la gran comisión cualquiera que sea la época en la que estemos viviendo. Debemos proclamar el nombre del Señor y contar de sus proezas tanto a niños como a jóvenes; a adultos como a ancianos. Siempre nos vamos a encontrar en el camino con alguien necesitado pasando pruebas de una u otra índole, y lo único que verdaderamente tenemos para ofrecerle es la Palabra de Dios porque por encima de todo problema, aflicción o carga, el único capaz de solventarla y dar alivio y consuelo al corazón es el Señor. Me identifico con el rey David clamándole a Dios porque le permita aún en su vejez proclamar y enseñar a otros sus maravillas; “a los que aún no han nacido” le dice. Así es; como madre deseo también tener mis nietos y poder contarles desde pequeñitos las bondades de nuestro Papito Dios. He escuchado muchos testimonios de personas que su fe cristiana les llegó por intermedio de la abuelita. Sin ir muy lejos, el apóstol Pablo nos ilustra sobre su discípulo Timoteo lo siguiente: “Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu madre Eunice, y ahora te anima a ti” (2 Ti. 1:5). Hay que aprender a testificarle a otros de Cristo cualquiera que sea el tiempo tanto nuestro como del que escucha; en esta misma carta Pablo también anima a Timoteo a hacerlo con estas palabras: “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (2 Ti. 4:2). Considero y me doy por muy privilegiada cuando alguien recurre a mí para estudiar las Escrituras; es un honor hacerlo y lo hago con el mayor de los gustos y regocijo.

Como conclusión nunca lleguemos a pensar que quizá no nos van a escuchar porque ya estemos peinando canas; al revés, esas mismas canas son la fuente de sabiduría que nos inspiran a compartir y llevar a otros a los píes del Señor. “Las canas son una honrosa corona que se obtiene en el camino de la justicia” (Pr. 16:31). Al respecto, me encontré con una frase muy bonita la cual les quiero compartir: “Que tu sabiduría sea la sabiduría de las canas, pero que tu corazón sea el corazón de la infancia candorosa”; no sé quién será el autor pero tiene mucha esencia. Sí, estemos listos con sencillez y amor a repetir la historia de las justas acciones de nuestro amado Dios. ¡Aún en la vejez Señor!


El mundo está lleno de problemas, frustraciones y engaños y quizá estás afrontando alguno de ellos. Déjame decirte que Cristo Jesús vino a cargar con todos ellos y hacerte más liviana esa carga. Él mismo lo dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mt. 11:28). El Señor está esperando por ti, ¿deseas aceptar su invitación? Solo tienes que abrirle tu corazón; te puedo sugerir una corta oración para hacerlo, como la siguiente:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Toma el control del trono que hasta ahora yo manejo; lleva mis cargas, perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por hacerlo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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