lunes, 31 de octubre de 2011

Abogando por justicia y misericordia

¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!
Proverbios 31:8-9.


Lectura diaria: Proverbios 31:1-9. Versículos para destacar: Proverbios 31:8-9.


ENSEÑANZA


La justicia es muy importante para Dios y aquí su Palabra hace un llamado para que nosotros también aunque no seamos abogados ni jueces aprendamos a compartirla y practicarla. El Señor nos mandó a aprender lo que significa: “lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios” (Mt. 9:13). A lo largo de su Palabra Dios nos instruye acerca de lo que nos corresponde hacer frente a la injusticia social que nos rodea. No arreglaremos todo pero al menos sembraremos semillas que vayan dejando raíces en los corazones de quienes están a nuestro lado. Dios se complace más en la justicia y misericordia que tengamos hacia el prójimo que en los sacrificios u holocaustos que le ofrezcamos. De ahí que hablándonos del verdadero ayuno solo se nos exhorta a romper cadenas de injusticia, compartir el pan con el necesitado, refugiar a los pobres y vestir al desnudo (Is. 58:6-7); en Amós también dice: “Aleja de mí el bullicio de tus canciones, no quiero oír la música de tus cítaras. ¡Pero que fluya el derecho como las aguas y la justicia como arroyo inagotable!” (Am. 5.23-24). Más adelante Miqueas retoma este concepto de justicia y nos aclara el mandato: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia” (Mi. 6:8). En el Nuevo Testamento el Señor les reclama a los fariseos y escribas hipócritas que daban el diezmo de todo pero pasaban por alto “los asuntos más importantes de la ley, tales como la justicia y la misericordia”; “¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello” (Mt. 23:23-24), les dice. El apóstol Santiago también nos llama a practicar la misericordia porque la fe sin obras está muerta (Stg. 2:17).

Así que pongámonos la mano en el corazón y en lo que esté a nuestro alcance empecemos a practicar la justicia y la misericordia; demostremos que somos cristianos de verdad, no de nombre solamente. Tendremos buenas consecuencias: “Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá. Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!” (Is. 58:8-9).


Jesucristo quiere ser tu amigo y consejero personal; está tocando a la puerta de tu vida para que le permitas seguir. ¿Deseas invitarlo? Lo puedes hacer a través de una corta oración. Te puedo sugerir una como ésta:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados; toma el control del trono de mi vida y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y darme la vida eterna a tu lado, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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