miércoles, 26 de octubre de 2011

Oración sincera

Escucha, oh Dios, mi oración; no pases por alto mi súplica. ¡Óyeme y respóndeme, porque mis angustias me perturban!
Salmo 55:1-2.


Lectura diaria: Salmo 55:1-23. Versículos para destacar: Salmo 55:1-2.


ENSEÑANZA


Considero que nosotros los cristianos en muchas ocasiones nos encontramos igual que David cuando escribió este Salmo. ¿Cuántos no quisiéramos desaparecer por un momento para librarnos del viento borrascoso y de la tempestad que acosa? (vv. 6-8). La clave del rey para hablarle a Dios era su sinceridad. No le escondía absolutamente nada de sus pensamientos y se desahogaba ante Él no solamente haciéndole saber de sus miedos y terrores (v. 5), sino aún le confesaba lo que deseaba para sus enemigos (v.15). ¿Por qué lo hacía? David estaba convencido que él podría engañarse a sí mismo, engañar a los demás, pero a Dios no porque precisamente como Dios, es omnisciente: lo sabe todo. Conoce nuestro corazón y lo escudriña hasta muy dentro.

Lo más triste para David según el Salmo, como también para cualquiera que lo experimente, es saber que se ha depositado la confianza en quien más se creía que le era fiel, ¡en su mejor amigo! Pero lastimosamente se engañó (vv. 12-14). Quizá en eso radicó su debilidad: el Señor nos manda a colocar solamente en Él la confianza (Jer. 17.5), porque bien sabe que como humanos podemos fallar en el momento menos esperado. El que antepone su confianza a Dios por la de una persona, muy pronto se dará cuenta del daño que le causará. ¡Es que Dios quiere que Él en todo sea primero! Y esto incluye las áreas concernientes a lo más íntimo de nuestra vida: deseos, palabras, hechos; todo debe de estar bajo su control.

Termino con la misma conclusión a la que llegó David: “Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre (v. 22). Dejemos en sus manos los afanes, traiciones, acuses, tristeza y ansiedad. Hablemos con Dios de la manera más sincera; hagámosle saber todo lo que nos atormenta no porque no lo sepa, sino porque quiere escucharlo de nuestros propios labios; quiere refugiarnos en sus brazos como el mejor Padre amoroso que es, para encargarse de enderezar lo torcido y de confundir a nuestros enemigos.


Si aún no conoces a Jesús como Señor y Salvador, permíteme presentártelo: ¡Él es el Hijo de Dios vivo! Vino a morir en tu lugar para darte vida y vida eterna. Con una corta oración puedes empezar tu relación con el Redentor. ¿Deseas hacerlo? Te puedo guiar así:


Amado Jesús: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi corazón y decido aceptarte como Señor y Salvador personal. Toma el control de mi vida, perdona mis pecados y hazme de acuerdo a tu santa voluntad. Gracias Señor por venir a morar conmigo; gracias por perdonarme y limpiarme y gracias por darme la vida eterna en tu presencia. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: