lunes, 24 de octubre de 2011

Renovándonos con corazón limpio

Crea en mí, oh Dios un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu.
Salmo 51:10.


Lectura diaria: Salmo 51.1-17. Versículo para destacar: Salmo 51:10.


ENSEÑANZA


Podríamos decir que el arrepentimiento mayor viene en el momento en que reconocemos que somos pecadores y que alguien tuvo que pagar un rescate por lo hecho. Ese Alguien fue el Señor Jesucristo. Cuando le recibimos en el corazón, estamos arrepentidos y decimos: “Acepto lo que hiciste por mí”. Sin embargo, el cristiano también necesita estar confesando sus faltas porque mientras estemos en este cuerpo corruptible, muy seguramente tropezaremos fácilmente y caeremos. El apóstol Juan en su primera carta nos dice que todos pecamos aún como hijos de Dios, “pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo” (1 Jn. 2:1), y nos da la fórmula exacta: “Si confesamos nuestros pecados, Dios que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Jn. 1:9). El rey David con un corazón conforme al corazón de Dios, cayó gravemente no solo en adulterio, sino también en asesinato (2 Sa. 11:1-27), mas cuando fue advertido por el profeta Natán, volcó su dolor y arrepentimiento hacia el Señor y con humildad reconoció su pecado. El primer paso para llegar al arrepentimiento es precisamente ese: admitir la culpa sin excusa que valga; es aceptar el error cometido. “Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros” (1 Jn. 1:10). Dios se agrada profundamente en el corazón arrepentido, en el espíritu quebrantado (v. 17 de la lectura). El arrepentimiento también debe llevar consigo el propósito de no volver a cometerlo; la repetición del pecado no es verdadero arrepentimiento. Dios desea que sus hijos se presenten ante Él con un corazón limpio, con un espíritu renovado por el arrepentimiento. Cuando inicié mi vida cristiana me enseñaron lo que es la respiración espiritual. Así como se necesita respirar para vivir físicamente, también los cristianos en el camino nuevo que estamos andando con Jesucristo se nos olvida que Él es el jefe y lo desplazamos del trono; entonces surge lo carnal, el pecado que habita en nosotros que no nos deja hacer el bien sino el mal que no queremos (Ro. 7:19) y es ahí donde entra a funcionar la respiración espiritual: al confesar el pecado, (oración sincera ante Dios) exhalamos lo que nos está haciendo daño por dentro, por fe sabemos que Dios nos perdona, limpia y renueva porque así lo dice su Palabra. El inhalar es pedir inmediatamente la llenura del Espíritu Santo ya que el corazón en pecado entristece al Espíritu. De esta manera podemos proseguir por el camino, buscando la santidad a los ojos del Señor. Quizá esta ilustración ayude para que siempre nos presentemos ante nuestro amado Señor con un corazón renovado.


Dios está listo a concederte el perdón de todos tus pecados, solamente tienes que arrepentirte sinceramente de ellos y entregarle tu vida a Jesucristo. Si así lo deseas podemos orarle de esta manera:


Señor Jesucristo: confieso que soy pecador y te pido perdón por ello. Hoy decido aceptarte en mi vida como Señor y Salvador personal. Toma el control del trono que hasta ahora yo manejo y llévame por la senda correcta que tienes para mí, de acuerdo a tu santa voluntad. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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