jueves, 20 de octubre de 2011

La venganza destruye

Nunca digas: “¡Me vengaré de ese daño!” Confía en el Señor y él actuará por ti.
Proverbios 20:22.


Lectura diaria: Proverbios 20:1-30. Versículo para destacar: Proverbios 20:22.


ENSEÑANZA


La venganza es consecuencia de la falta de perdón. Cuando no perdonamos permitimos que la raíz de amargura haga su nido en lo profundo del corazón con secuelas que pueden ser nefastas. Dios nos manda a dejar la venganza para Él: “No tomen venganza hermanos míos, sino dejen el castigo en la mano de Dios porque está escrito: “Mía es la venganza, yo pagaré,” dice el Señor” (Ro. 12:19). Podemos considerar que Dios está quieto y se ha olvidado de quienes nos han agredido, sin recordar que es el mejor juez y abogado que tenemos: “Voy a defender tu causa y llevaré a cabo tu venganza” (Jer. 51:36). Debemos aprender a descansar en este sentido también en el Señor; la falta de perdón es una carga difícil de llevar y si no la trasladamos a los hombros del Señor viviremos en medio de recuerdos amargos sin poder sacarle provecho a los ratos agradables que se nos presenten, porque simplemente estamos contagiados por dentro. Las iras, rencores, odios y discordias son propias de un cristiano carnal y nosotros estamos llamados a ser espirituales, a dejarnos guiar por el Espíritu y el fruto debe ser amor. El amor que perdona, que no guarda rencor; que todo lo disculpa, lo cree, lo espera y lo soporta (1 Co. 13:5 y 7). ¿Fácil? De ninguna manera si lo hacemos bajo nuestros propios medios; pero si lo hacemos bajo los parámetros de Dios, tenemos al que todo lo puede lograr: a su Hijo Jesucristo, porque Él es nuestra fortaleza (Fil. 4.13). Tenemos también al Espíritu quien nos provee de todo su fruto (Gál. 5.22), precisamente para ayudarnos a llevar una vida más apacible y calmada.

Como lección, no dejemos que el deseo de venganza nos destruya; seamos compasivos y misericordiosos devolviendo mal por bien, porque al fin de cuentas es el nuevo mandamiento dejado por el Señor Jesús: “que se amen los unos a los otros” (Jn. 13: 34), todos; sin ninguna clase de distingos. Y en otro pasaje el Señor también nos manda: “Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen”; “Si ustedes aman solamente a quienes los aman ¿qué recompensa recibirán?” (Mt. 5: 44 y 46). Es muy fácil amar a los que nos hacen bien, ¿pero a los que no? Ahí está el detalle y la lección para aprender.


El único que puede cambiar tu corazón endurecido por los atropellos de la vida es Jesús. Él puede darte un nuevo corazón de carne, perdonador y misericordioso igual que lo hace contigo. Primero te provee de todo lo que necesitas para que luego tú puedas ofrecerlo a otros. ¿Deseas aceptarlo en tu vida? Te puedo sugerir una oración como ésta:


Amado Jesús: Sé que soy pecador y vengo a ti para que me limpies completamente. Te entrego mi vida y te acepto como mi Señor y Salvador. Hazme la persona que quieres que yo sea tomando cada una de las áreas que hasta ahora yo manejo, para me llenes de tu amor a través de tu Santo Espíritu y yo aprenda a dejar en tus manos el resentimiento e ira que llevo por dentro. Gracias Señor porque sé que tú lo haces, al igual que lo hiciste por mí en la cruz del Calvario. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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