viernes, 14 de octubre de 2011

Diciendo y haciendo

¡Vamos, anímense! ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros!
Nehemías 2:17b.


Lectura diaria: Nehemías 2:11-20. Versículo para destacar: Nehemías 2:17b.


ENSEÑANZA


Nehemías continúa la historia de los que volvieron a Jerusalén para reconstruir los muros de la ciudad. Sus dotes de líder y espiritualidad, le permiten sacar avante esta obra. Es importante anotar que no era el mejor momento por el que se atravesaba: el pueblo todavía era cautivo de los persas; no tenía los recursos necesarios para emprender su propósito ni disponía tampoco de la gente necesaria para trabajar; como si fuera poco, se encontró como en todas partes con personas ajenas que en vez de animarlo querían por envidia más bien, ponerlo en ridículo (v. 29). Veamos qué hizo Nehemías: en primer lugar se humilló ante Dios e intercedió por su pueblo con oración y ayuno (Neh. 1:4-6); elaboró un plan no solo para obtener el permiso ante el rey de Babilonia para regresar a su ciudad, sino también pensando en su reconstrucción y con su meta trazada se fue a Jerusalén. Su capacidad de liderazgo le permitió hablarle a los suyos y hacerlos reflexionar con estas palabras: “Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y les relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto exclamaron: –¡Manos a la obra! Y unieron la acción a la palabra” (v. 18). ¿A cuántos no nos hace falta el valor para comenzar de nuevo lo caído? Créanme, esto es también para mí. ¡No debemos aminorarnos por las derrotas que la vida nos depara y menos nosotros los que tenemos un Dios tan poderoso como líder y que nada le queda grande para sacarnos adelante!

No sé cuáles han sido las murallas que cayeron: quizá una empresa, un matrimonio, un hijo adolescente rebelde, la injuria o calumnia de propios o extraños, etc., pero quiero decirles la frase de mi padre ante la calamidad: “Dios no se ha muerto”. De esto es que tenemos que cogernos y saber que nuestro Dios es Poderoso para levantar murallas caídas. Hay que poner en el Señor toda la esperanza, inclinarnos ante Él y actuar. No importa las objeciones que encontremos en el camino, muy seguramente ya están andando y las tenemos frente; precisamente esas son las que debemos ir combatiendo y rompiendo. Bien sabemos que el enemigo busca aniquilarnos por ser hijos de Dios, creyendo que ganará la batalla; pueda que aparentemente gane una u otra, pero la batalla final, la guerra definitiva es del Señor. Así que aprendamos la lección: ¡Animémonos y reconstruyamos la muralla! ¡Manos a la acción! Nuestro Dios y Señor nos llevará a la victoria.


Para ti amigo también son estas palabras. No permitas que tu vida se desmorone poco a poco; Jesús de Nazaret vino a dar la vida por ti y con su muerte y resurrección Satanás quedó aniquilado. Si te apropias de esto y le entregas tu corazón al Señor, Él reedificará la muralla que te atormenta combatiendo en tu lugar. Si es tu deseo podemos orar así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Son muchas las murallas que han caído a mi lado y no he podido reconstruirlas nuevamente. Hoy te entrego mi vida y decido aceptarte como mi Señor y Salvador personal; toma el control del trono de ella, perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y llevarme de tu mano, levantándome para iniciar un nuevo camino a tu lado. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.


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