sábado, 26 de noviembre de 2011

La compasión del Señor

–Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Juan 8:7.


Lectura diaria: Juan 8:1-11. Lectura diaria: Juan 8:7.


ENSEÑANZA


Desafortunadamente siempre se está listo a juzgar a los demás sin primero mirar lo que se tiene dentro. El Señor también dijo lo siguiente: “No juzguen a nadie para que nadie los juzgue a ustedes” (Mt. 7:1) y “¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo?” (Mt. 7:3). Poca misericordia y compasión se demuestra por los caídos, al revés tal pareciera que como dice el dicho fuera lo común: “al caído, caerle”. La Lección dejada por el gran Maestro divino en la lectura es para aplicarla y hacerla un modo de vida rutinario ya que diariamente nos dejamos llevar por la lengua, y resultamos juzgando como cosa común en las conversaciones a todo el que se pase por la mente. Somos muy dados a acusar y miremos lo que nos dice la Palabra de Dios en Isaías: “Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!” Si desechas el yugo de opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa” (Is. 58:9). Deberíamos preguntarnos si esta es la causa por la cual el Señor no contesta nuestras peticiones. ¿Será que nos creemos tan buenos que estamos convencidos que nunca hemos pecado? ¡Mucho cuidado! Porque si actuamos de esta manera, quiere decir que en poco tenemos el sacrificio del Señor por nuestras transgresiones. Es como si le estuviéramos diciendo: “Mira, yo nunca necesité de ti”; o “soy demasiado bueno para que vengas a interceder por mí”.

El Señor dice a los que juzgaban a la mujer encontrada en adulterio que si alguno se creía libre de pecado, entonces que empezara a apedrearla. Estas palabras calaron muy hondo en ellos al punto que todos se fueron. Jesús se levanta y le pregunta a la mujer: ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ya no te condenan? Ella responde que nadie; entonces compasivamente el Señor le dice: “–Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no peques más” (v. 11). ¿Quiénes somos para juzgar? O ¿Quiénes somos para no perdonar? Si para Dios donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia (Ro. 5:20), y para Él su amor no tiene límites ni fronteras ¿con qué autoridad juzgamos a los demás y los excluimos del plan de Dios? Reflexionemos sobre el mensaje y propongámonos a seguir la enseñanza de Cristo quien con su amor y misericordia quiere llegar a todos los hombres para que alcancen la salvación ofrecida por Él, así sea el pecador más grande. Nosotros debemos recoger, no esparcir. “Dichosos los compasivos, porque serán tratados con compasión” (Mt. 5:7).


No tengas en poco el sacrificio de Jesús por ti. Puedes considerarte bueno(a) pero la Biblia dice que todos hemos pecado y estamos separados de Dios (Ro. 3:23), y la paga del pecado es muerte (Ro. 6:23), muerte física y espiritual. Sin embargo Dios te regala a Cristo Jesús para que con Él tengas vida eterna y aunque mueras físicamente, espiritualmente estarás en los brazos del Señor. ¿Deseas aceptar a Jesús en tu corazón? ¿Deseas aceptar lo que hizo por ti en el Calvario, hasta dar su vida en rescate por tus pecados? Si es así, te sugiero que oremos:


Amado Jesús: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados y toma el control del trono de mi vida para que hagas de mi la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor porque me miras con amor y compasión y perdonas todos mis pecados. Gracias Señor por mostrarme una nueva vida y llevarme de la mano contigo por la senda correcta. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.


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