lunes, 7 de noviembre de 2011

Las cosas se hacen bien o no se hacen

Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño.
Eclesiastés 9:10.


Lectura diaria: Eclesiastés 9:3-10. Versículo para destacar: Eclesiastés 9:10.


ENSEÑANZA


Mis hijos parte de su infancia y de su adolescencia crecieron oyendo esta frase de parte de mi esposo. La tomaron en su vida tan en serio, que ahora la pronuncian a diestra y siniestra en especial mi hijo mayor. La niña que está en plena juventud y que por su carácter es descomplicada, en ocasiones cuando realiza algo mal, casi que con mi sola mirada ella ya entiende y me dice: “¡Ay no! Otra vez la frase, no. La he escuchado tanto que me aburre”. Sé que le aburre pero la repetición hace que se graben los conceptos. Más tarde cuando pasa el tiempo es cuando se valoran estas enseñanzas.

Dios nos provee de aptitudes para que cada día aprendamos a dar lo mejor de sí en cualquier trabajo que emprendamos. El procurar hacer las cosas bien nos va llevando a la excelencia y estaremos honrando al Señor porque es el fin específico del siervo fiel: dar buen testimonio en cualquiera que sea el trabajo a desempeñar. El trabajo no es deshonra –siempre y cuando esté dentro de los parámetros de la ley- y por ende Dios nos manda a poner todo nuestro empeño en la realización de las labores. Si Aún hemos visto ejemplos de personas discapacitadas que no tienen manos y dibujan a la perfección con los píes; con mayor razón si poseemos la capacidad física y mental para hacer lo excelente, debemos hacerlo. “Hagan lo que hagan trabajen de buena gana como para el Señor” (Col. 3:23). “El Señor bendecirá todo el trabajo de tus manos” (Dt. 28:8). “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas” (1 Pe. 4:10), “El que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado” (1 Pe. 4:11). Como conclusión lo mejor es pensar que mientras el Señor nos tenga aquí, debemos glorificarlo con nuestros actos y sacarle el mejor provecho a lo que se nos presente. Así que si hay que barrer, si hay que lavar pañales, coser o martillar, hacerlo todo con regocijo y excelente como para la gloria de Dios (1 Co. 10:31b).


Si nunca antes le has entregado tu vida a Cristo, es la oportunidad de hacerlo. Te invito a orarle así:


Amado Jesús: Yo te necesito; te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme, gracias por enseñarme a llevar una vida de excelencia para la gloria tuya y darme todo el poder de tu Santo Espíritu. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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