martes, 29 de noviembre de 2011

Ciegos espiritualmente

Jesús les contestó: –Si fueran ciegos, no serían culpables de pecado, pero como afirman que ven, su pecado permanece.
Juan 9:41.


Lectura diaria: Juan 9:35-41. Versículo para destacar: Juan 9:41.


ENSEÑANZA


Leer todo este capítulo del evangelio de Juan es emocionante. Es encontrarse con el Dios todopoderoso que no tiene límites. Es comprobar que en realidad no hay peor ciego que el que no quiere ver. El Señor ha sanado a un ciego de nacimiento y los fariseos están listos para caerle encima: “malo porque bogas y malo porque no lo haces”. Ellos se cogían de lo que fuera con tal de no creer y tener un motivo más para recriminar al Señor. Sin embargo, es de admirar la convicción del hombre a quien se le devolvió la vista. Contó lo sucedido de cómo Jesús había hecho una masa de barro con la saliva y se la había puesto en los ojos; después solamente tenía que irse a bañar en el estanque de Siloé. Repetía una y otra vez su historia pero para los fariseos era inconcebible, máximo porque objetaban que lo hizo en sábado, el día sagrado para ellos. Como les dijo el Señor en otra ocasión similar llamándolos ¡hipócritas! Desatan el burro o buey en sábado para aliviarle la carga para que tome agua pero no aceptan que Dios quite el yugo de una enfermedad y sane a un ser humano. La historia del ciego de nacimiento termina con la afirmación del enfermo al saber que Jesús, el que lo sanó es el Hijo del hombre: “–Creo, Señor –declaró el hombre. Y, postrándose, lo adoró” (v. 38). Jesús le dice: “–Yo he venido a este mundo para juzgarlo, para que los ciegos vean, y los que ven se queden ciegos” (v. 39). Con estas palabras los fariseos se sintieron aludidos y el Señor les reconfirma su testarudez: si fueran ciegos no serían culpables, pero como afirman que ven, lo son. Ellos vieron el milagro patente del ciego y por la dureza de su corazón, no lo aceptaron.


Desafortunadamente así pasa. El Señor en la actualidad se manifiesta también de muchas maneras, pero para el hombre esto no tiene validez; está sumergido en sus propios afanes y lo que menos hace es buscar a Dios. También su corazón se ha endurecido, nada lo conmueve y en nada cree. No tiene ni la más mínima idea de que si no fuera porque el Señor va a su lado y aguarda buscando su conversión ya no estaría ahí. Amigo: yo te digo que por un momento te detengas, abras los ojos y observes todas las bondades que Dios ha puesto a tus pies. El solo hecho de estar vivo es misericordia de Él. Búscalo en la muchedumbre, búscalo en el perfume de las flores, búscalo en el trinar de los pajaritos, búscalo en la sonrisa de un niño. Pronto te darás cuenta que estaba más cerca de lo que imaginabas. También comprobarás que estabas ciego espiritualmente. Te quiero invitar a hacer una oración como la siguiente, para que las escamas caigan y te permitan vislumbrar el amor inagotable del Señor por ti:


Amado Jesús: He estado ciego porque en realidad no me había preocupado por ver más allá de lo mío. Hoy te pido perdón por ello y por todos mis pecados. Toma mi vida; te acepto como Señor y Salvador personal. Hazme de acuerdo a tu santa voluntad y permíteme verte con mis ojos espirituales para obedecerte y seguir siempre a tu lado. Gracias Señor por aceptarme como soy y sanar mi ceguera. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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