viernes, 4 de noviembre de 2011

Midamos las palabras

Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios.
Santiago 3:9.


Lectura diaria: Santiago 3:1-12. Versículo para destacar: Santiago 3:9.


ENSEÑANZA


Debemos aprender a controlar las palabras. Muchas veces se habla por hablar, sin que la conversación tenga ningún otro fin aparte de murmurar sobre las personas. En otras ocasiones, somos ligeros para dar la palabra en pro de algún beneficio y nunca se cumple lo dicho. Pero lo que considero aún más fuerte y duro son las palabras pronunciadas con ira y resentimiento, especialmente cuando van dirigidas a un ser querido. Desafortunadamente lo dicho, dicho está y no sabemos hasta dónde esas palabras proferidas han calado y dejado heridas muy profundas. Hay frases tremendamente destructivas y eso lo tenemos que cambiar. Dios nos mandó a construir no a destruir; a edificar no a tumbar; a bendecir no a maldecir. El mismo Señor Jesucristo nos dio la orden: “No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzgan se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes” (Mt. 7:1-2). Lógicamente todo esto tiene que ver con la lengua, con las palabras que expresamos dejándonos llevar quizá fanáticamente por lo que consideramos que es así y sin dar el brazo a torcer porque simplemente no razonamos objetivamente y estamos encasillados en mi “yo”. “Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad” (v. 1).

Todos los seres humanos debemos cuidar las palabras y como cristianos estamos llamados aún más a practicar el domar la lengua. En alguna parte vi que las palabras son las herramientas que construyen nuestra vida y es muy cierto, la Biblia nos asegura que: “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto” (Pr. 18:21). Aprendamos a llenarnos de vida y a la vez démosle a los demás también palabras de vida, que levanten no que terminen derrumbándolo. Seamos constructivos no destructivos. Oremos pidiendo la guía del Espíritu Santo para que Él nos dé el poder del “bien-decir” y no el “mal-decir”. Recordemos que “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades” (Pr. 16:32). El medir las palabras es ejercer el dominio propio.


Jesús vino a darnos vida en abundancia y desea que tu le abras la puerta para que empieces desde ahora a gozar de esa nueva vida. Si tu interés es recibir a Cristo en tu corazón te invito a orarle así:


Señor Jesucristo: ¡Te necesito! Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Toma el control del trono que hasta ahora yo manejo; perdona mis pecados y hazme de acuerdo a tu santa voluntad. Permite que mis palabras sean como las tuyas, llenas de amor y compasión hacia el prójimo. Gracias Señor por hacerlo y venir a morar conmigo; gracias por perdonarme y limpiarme; gracias también, por darme la vida eterna contigo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: