viernes, 18 de noviembre de 2011

Orgullosos de llevar su Nombre

Siéntanse orgullosos de su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan al Señor.
Salmo 105:3.


Lectura diaria: Salmo 105:1-45. Versículo para destacar: Salmo 105:3.


ENSEÑANZA


En este Salmo no solamente se nos insiste en dar gracias al Señor sino que también nos llama a dar a conocer sus maravillas, de tal modo que nos sintamos orgullosos de su Nombre. Así como nos desbordamos hablando de un hijo cuando nos sentimos orgullosos de él, o como el hijo se siente orgulloso de su padre, también debemos hacerlo nosotros al proclamar los prodigios realizados por Dios en nuestras vidas. ¡Qué bonito y significativo sería que nos acostumbráramos a llevar notas sobre cada una de las excelencias con las que a diario nos asombra Dios! Podríamos hacer una especie de diario donde cabrían toda clase de regalos dados por nuestro amado Señor, desde los más pequeños hasta los grandiosos quedarían pasmados allí. De este modo no solamente lo exaltaríamos con más constancia, también podríamos recurrir al diario en momentos de angustia y recordar que si hizo tal o cual cosa en circunstancias tan difíciles, todavía lo seguirá haciendo sin lugar a dudas porque Él es fiel.

El salmista –parece ser David–, va relatando las proezas hechas a su pueblo desde cuando le dio la promesa a Abraham hasta dejarlos en la tierra prometida (vv. 9-44); nunca se olvidó de su pacto. Pacto que a nosotros los cristianos también nos corresponde como injertos que somos de Abraham (Gál. 3:15-18, Ro. 11:17). “Él siempre tiene presente su pacto” (v. 6 en la lectura). El Señor cumple sus promesas en cada uno de sus hijos precisamente porque es Dios y no miente ni se arrepiente. Esta es la confianza que debemos tener: saber que por encima de todo está su Nombre y que por ese Nombre que es sobre todo nombre de quien es Rey de reyes y Señor de señores es el testigo fiel y verdadero que no cambia de parecer. Solo nos resta alabarle y exaltarle como digno de toda adoración, honra y gloria por los siglos de los siglos y sentirnos más que orgullosos de ser sus seguidores. Podemos no tener ningún apellido aristocrático pero tenemos el mejor legado que alguien pueda adquirir: ¡Hijos de Dios, del Dios altísimo! Me siento orgullosa de mi Padre celestial.


Si nunca has recibido a Cristo como Señor y Salvador de tu vida, te invito a hacer una pequeña oración como esta:


Amado Jesús: yo te necesito; te abro la puerta de mi corazón para que vengas y seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados, toma el control del trono de mi vida y hazme de acuerdo a tu santa voluntad. Gracias Señor por perdonarme y limpiarme; gracias por darme la vida eterna contigo y tener el privilegio de ser llamado(a) hijo(a) de Dios. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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