jueves, 30 de septiembre de 2010

Nuestra sanidad, delicioso manjar

Señor mi Dios, te pedí ayuda y me sanaste.
Salmo 30:2.


Lectura diaria: Salmo 30:1-12. Versículo del día: Salmo 30:2.


ENSEÑANZA


A veces pienso que la sanidad está dispuesta en una mesa para que todo el que quiera tomarla, haga uso de ella. Cuando asistimos a un banquete los manjares más exquisitos están frente a nosotros y tenemos la libertad de escoger o no lo que nos apetece. Igualmente creo que Dios dispone su mesa con todo lo deseado para sus hijos y de nosotros depende si los tomamos. Si tenemos en cuenta la parábola del gran banquete (Lc. 14:15-24), el Señor es quien lo ofrece y a pesar de haber invitado a los más influyentes, estos se hicieron los de oídos sordos y rechazaron el convite. ¿A quienes mandó traer para que disfrutaran de su cena? A los pobres, inválidos, cojos y ciegos. En una palabra al necesitado. Nosotros nos convertimos en esos “necesitados” y ávidos de su Palabra para apropiarnos de sus ricas bendiciones. La mesa está disponible y su muerte y resurrección no fue en vano; a través de ella, tenemos no solamente el acceso a la vida eterna sino también el paso para empezar a gozar desde aquí una vida abundante (Jn. 10:10), y con propósito. Una vida abundante no puede estar llena de tristezas y amarguras aunque sí con un propósito definido. Mi sugerencia es que nos acerquemos a su banquete ya que la invitación está hecha: “Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20), y empecemos a degustar sus deliciosos manjares: sanidad interior y física, estabilidad económica, dignidad y honra, y libertad en todos los campos. Allégate a su mesa para decirle lo que te apetece. Ten la seguridad que si necesitas sanidad, te la va ofrecer con su misma sangre brotada de sus llagas. ¡Tómala! Está disponible para ti.


Un abrazo y bendiciones.


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