miércoles, 15 de septiembre de 2010

La alegría del Señor

Tú has hecho que mi corazón rebose de alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino en abundancia.
Salmo 4:7.


Lectura diaria: Salmo 4:1-8. Versículo del día: Salmo 4:7.


ENSEÑANZA


Los cristianos podemos estar siempre alegres incondicionalmente. No importa las situaciones que se presenten a diario, porque tenemos al Espíritu Santo quien nos dota del fruto de la alegría; “por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con aceite de alegría” (He. 1:9). Conozco muchos ricos y famosos que no son felices. Las personas se encuentran sumidas tanto en su riqueza o fama que se les olvida vivir y muchos ni una sonrisa regalan; en el fondo son desdichados. Desafortunadamente el temor y la incertidumbre por el mañana les preocupa más que vivir el presente. Sin embargo, este mal no sólo toca a los poderosos, también actualmente vemos que la depresión y soledad se encuentran en todas las esferas sociales y edades, empezando por los niños. Dios a través de su Palabra nos dice que su gozo es nuestra fortaleza. Empecemos a buscar el rostro del Señor para llenarnos de su Espíritu con la alegría que Él ofrece y podamos también regalar un poco de ella a los demás. Hoy por ejemplo está entrando un sol resplandeciente por mi ventana y esto me hace feliz. Los rayos del amanecer tienen la peculiaridad de inundarme de alegría y paz. Aprendamos a disfrutar de momentos como este o de la alegría que nos produce el compartirle a una persona o visitarla en su enfermedad. Hay que gozarnos en la risa de los niños, en el olor y resplandor de las flores y aún en los destellos de los rayos fulgurantes en una tempestad. Propongámonos a buscar la manera de encontrar en las personas, las cosas y las diferentes situaciones, aquello que nos de alegría y compartirla con los que estén ávidos de ella. Para empezar, hoy regalemos una sonrisa demostrando la alegría del Señor en nuestras vidas.


Un abrazo y bendiciones.

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