lunes, 13 de septiembre de 2010

La salud llegará como un rayo de luz

Pero para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud.
Malaquías 4:2.


Lectura diaria: Malaquías 4:1-6. Versículo del día: Malaquías 4:2.


ENSEÑANZA


Vendrá el día en que lloverán las bendiciones del Señor para sus hijos, para los que le temen, no con temor de miedo sino con el temor reverente que le debemos rendir. “El día que yo actúe ustedes pisotearán a los malvados, y bajo sus píes quedarán hechos polvo –dice el Señor Todopoderoso–” (v. 3). Promesas y más promesas son las que a lo largo de su Palabra Dios nos da. Ricas promesas que sin duda se cumplirán en nuestras vidas. Tenemos que aprender a persistir en la oración porque es a través de ésta que podemos reclamarle al Señor sus bendiciones. Sus promesas están ahí, pero debemos apropiarnos de ellas y pedirlas. El Salmo 37:4 nos habla sobre ello; el que teme al Señor se deleita en Él y el que se deleita en Él tendrá los deseos de su corazón cumplidos. Entre las muchas bendiciones que Dios tiene para nosotros se encuentra la referente a la salud. Para nadie es desconocido que la humanidad cada día se ve más azotada con diferentes enfermedades. No importa la raza, ni el credo, ni la posición social; la enfermedad aparece en cualquier capa social y en el momento menos esperado. Es reconfortante para el cristiano saber que en medio de tanta enfermedad, el Señor está actuando de manera incondicional a través de lo pactado; lo importante es aferrarnos fuertemente a las promesas dadas sobre el tema y entender que Dios cumple su Palabra. Él nunca se arrepentirá de lo prometido ni rompe los pactos hechos a sus fieles. Si nos afirma que: “Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores”; “y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Is. 53:4 y 5), es porque así es. Simplemente es cuestión de fe y aún, así no exista la fe, que de hecho debería existir, es la fidelidad de su Palabra que es inmutable y no cambia. Acerquémonos a Dios con sinceridad de corazón y la convicción de que nada es imposible para Él. Si estás padeciendo una enfermedad y más si te dicen que es incurable, tienes las armas de Dios para cogerte y saber que un día, el sol alumbrará con sus destellos alumbrándote con rayos victoriosos que inunden de salud y bienestar tu vida. Simplemente: ¡Créele!


Un abrazo y bendiciones.

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