sábado, 4 de septiembre de 2010

¡Tú puedes ser Jerusalén!

Y muchos pueblos y potentes naciones vendrán a Jerusalén en busca del Señor Todopoderoso y de su bendición.
Zacarías 8:22.


Lectura diaria: Zacarías 8: 8:20-23. Versículo del día: Zacarías 8:22.

ENSEÑANZA

Quizá pasará un tiempo para que entendamos que cuando el Señor dijo: “Y serán mis testigos tanto en Jerusalén, como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch. 1:8), también se refería a la “Jerusalén” que somos cada uno de nosotros. Cuando estoy haciendo el devocional, el Espíritu Santo me permite ver situaciones que antes no veía y encontrarles una relación con mi vida. Hablo sobre esto, porque dentro de las jugadas magistrales de Dios conmigo, el año pasado cuando tuve que ir a las radioterapias, en una ocasión se encontraba de paso por la ciudad una gran señora amiga que sin ningún reparo tuvo a bien acompañarme muy de madrugada a unas de mis sesiones. Estos sitios, sobra decir por más limpios, pulcros y agradables que parezcan, no dejan de inquietar a quienes los visitan y ella no fue la excepción. Su comentario fue: “Es triste ver tanta gente en estas”. El tiempo pasó y desafortunadamente a la señora de mi nota le acaban de diagnosticar un sinfín de tumores malignos en el cerebro. Hablando con ella por teléfono me lo recuerda pero lo más lindo y especial para mí, es que me tenga como ejemplo de fortaleza y admiración porque según sus palabras, yo salía del tratamiento como si nada. Definitivamente nadie sabe para quien trabaja, pero Dios, si lo sabe. Tomando como base mi comportamiento, ella resolvió dejarse realizar su propio procedimiento, pues inicialmente estuvo completamente renuente a no dejarse practicar absolutamente nada. Ya después de asimilar la situación y recordar lo vivido conmigo, tomó la decisión positiva. Mi querida Virginia, te entiendo más que nadie; solamente cuando se viven estas situaciones en carne propia, se puede opinar y comprender. ¡Tuve que ser consolada para saber consolar! Y me alegra mucho que me tengas en cuenta. La gloria y la honra se la doy a Aquel que es Poderoso para cambiar la tristeza por gozo y el temor por valentía. Sé que la fortaleza de esos días no vino por mí. Mi amado Señor me acompañó y jamás me abandonó. Ahí fue cuando entendí que verdaderamente soy “la niña de sus ojos”. El verso 23 en su última parte, del pasaje referido dice: “¡Déjame acompañarte! ¡Hemos sabido que Dios está con ustedes”. Virginia: Cuantas veces quieras hablar conmigo, ¡hazlo! Estaré lista a darte de lo que Dios a mí también me ha dado. El Señor mismo te dice hoy: “No tengas miedo. Yo soy el Primero y el Último, el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos” (Ap. 1:17-18). Esta es nuestra esperanza mi querida amiga: Si el Señor nos llama a su presencia, iremos gozosas porque simplemente aquí estamos de paso. La verdadera vida comienza allá. Para todos los que siguen este devocional: Cada uno puede ser Jerusalén y permitir que sean bendición para los afligidos y dolidos.

Un abrazo y bendiciones.

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