sábado, 11 de septiembre de 2010

La ofrenda mancillada

El hijo honra a su padre y el siervo a su señor. Ahora bien, si soy padre, ¿dónde está el honor que merezco? Y si soy señor, ¿dónde está el respeto que se me debe? Yo, el Señor Todopoderoso, les pregunto a ustedes, sacerdotes que desprecian mi nombre. Y encima preguntan: "¿En qué hemos despreciado tu nombre?".
Malaquías 1:6.


Lectura diaria: Malaquías 1:6-14. Versículo del día: Malaquías 1:6.


ENSEÑANZA


Estamos tan acostumbrados a hacer las cosas a medias que poco nos importa lo concerniente a Dios. Se nos olvida que Él es el verdadero Padre y Señor y la adoración y pleitesía que le debemos es superficial. A través de Malaquías el Señor le habla a su pueblo y le expresa su enojo por la manera como le ofrecen alimentos mancillados. Ya no se escoge al mejor de los animales para el sacrificio sino que se ofrecen los cojos, los enfermos o que tengan algún defecto. Bien hace la pregunta el Señor: “¿Por qué no tratan de ofrecérselos a su gobernante?” (v. 8). Muy seguramente si alguien se acerca a un dirigente esto no va a suceder, menos cuando se espera alguna clase de favor. Entonces, ¿por qué con nuestro Padre y Señor actuamos de esa manera? Dios demanda en todo campo de sus hijos lo mejor. Lo mejor de nuestro tiempo, de nuestro trabajo, de nuestro estudio, de nuestra ofrenda, etc. Todo, debemos hacerlo como para el Rey de gloria. Adorarlo con lo que tenemos. Sin embargo, cuánto trabajo nos cuesta hacer las cosas bien. Muchas veces cuando en mi iglesia se ha pedido colaboración para enviar ropas y mercado a sitios de catástrofe, a las personas no les interesa hacer llegar la ropa en mal estado y sucia. Estamos acostumbrados a dar limosnas, lo que nos sobra y ya no nos sirve. Dios no quiere las sobras, quiere lo excelente. Si vamos a dar una prenda que esté limpia, arreglada y que verdaderamente se pueda utilizar. Por un lado Dios bendice al dador alegre y por otro, el que le da al pobre, le hace un préstamo al Señor y el pago llega porque Él sí cumple. Pongamos otro ejemplo: le prometemos al Señor una ofrenda de dinero por equis cantidad, pero resulta que en el transcurso del tiempo se fue recortando y el día de cumplirla ya va por la mitad o menos, ¿Será esto correcto ante Dios? ¡Claro que no! Mejor es no prometer que prometer y no cumplir, dice en Eclesiastés y con Dios nadie juega, porque a Él no se le burla. Reflexionemos sobre el pasaje de Malaquías y empecemos a darle al Señor lo mejor de nuestras vidas. Piensa hoy, qué puedes ofrecerle que sea aroma grato para Él.


Un abrazo y bendiciones.

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