martes, 28 de septiembre de 2010

Guíame en tu verdad

Encamíname en tu verdad, ¡enséñame! Tú eres mi Dios y Salvador; en ti pongo mi esperanza todo el día.

Salmo 25:5.


Lectura diaria: Salmo 25:1-22. Versículo del día: Salmo 25:5.


ENSEÑANZA


Antes de permitirle al Señor enseñarnos su camino, debemos rendirnos ante Él y manifestarle nuestro deseo de saber por dónde y cómo quiere que nos conduzcamos. El Señor es el caballero por excelencia y nunca se entromete a menos que le demos cabida y le dejemos actuar. Esto es lo que le corresponde a todo cristiano y no una vez, sino cada día, seguros que nos permitirá conocer la senda más adecuada para seguir. Incluso durante el día, ante una indecisión, debemos hacer un alto y preguntarle al Señor qué nos conviene más. Cuando ponemos la confianza en Dios es indudable que experimentaremos el gozo de saber que vamos bien. Lo contrario sucede cuando tomamos decisiones ligeramente que quizá nos van a dejar pesares y tristezas. “El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos. Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan” (Is. 58:11). Si ponemos nuestra confianza en el Señor, Él nos promete una guía que nos conduzca hacia la bendición financiera y física. El camino ya está trazado, simplemente busquémoslo a través de quien es la Verdad y ocupémonos en escuchar su voz para no desviarnos. Y a ti, amigo que lees este devocional, quiero compartirte las palabras del gran Maestro: “Yo soy el camino, la verdad y la vida –le contesto Jesús–. Nadie llega al Padre sino por mí” (Jn. 14:6). ¿Anhelas conocer ese Camino, para seguir por Él y no extraviarte nunca? Con mucho gusto puedo dirigirte en una pequeña oración si es tu deseo. Recuerda las palabras de arriba, el Señor no se interpondrá a menos que tú le invites. Si tu decisión es hacerlo, podemos orar así: Señor Jesucristo yo reconozco que nunca he buscado el camino que me lleve hacia el Padre Celestial y hoy deseo hacerlo. Lo hago Señor no sólo para que me des una vida eterna sino también para saber cómo conducirme mientras esté en la tierra. Te entrego mi vida, haz con ella lo mejor para mí y guíame siempre por la senda de tu verdad. En tu nombre Jesús, amén. Te felicito, estás listo para empezar a recorrer con Él una gran aventura.


Un abrazo y bendiciones.

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