miércoles, 29 de septiembre de 2010

Confianza inquebrantable

¡En el Señor confío sin titubear!
Salmo 26:1c.


Lectura diaria: Salmo 26:1-27:13. Versículo del día: Salmo 26.1c.


ENSEÑANZA


¿Será que podemos decir al igual que David? ¿Tenemos la fe suficiente para confiar plenamente en el Señor? Para contestarnos estas preguntas debemos aprender las enseñanzas que nos deja el pasaje de estudio: 1. El rey ante todo se pone en su presencia en actitud de confesión, pidiéndole que lo purifique no solamente en su parte física sino también en lo espiritual (Sal. 26:2). Ante la incertidumbre y los problemas tenemos que buscarle: “El corazón me dice: <<¡Busca su rostro!>>” (Sal. 27:8). 2. Dice que sus píes están en terreno firme; esto es saber que estamos haciendo las cosas bien de manera que le agradamos y por consiguiente es difícil dejarnos resbalar porque no le permitiremos al barro que nos ensucie. 3. Terrenalmente no hay amor más grande que el de los padres y me atrevería a decir que en especial el de la madre; dicen que el amor de madre es una muestra del amor de Dios. Para David, es tal su confianza en el Señor que aún sabiendo que padre o madre lo abandonen, Él jamás lo dejaría. Solamente cuando comprendemos este inmenso amor tan sublime de Dios por nosotros, podemos al igual que un niño, dejarnos caer en sus brazos sin titubear, porque tenemos la certeza que ahí estará, listo a tendernos la mano. 4. La única manera de persuadirnos hasta el límite, de ese amor que nos dirija a una confianza absoluta, es estar permanentemente unidos a Él: “Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en tu templo” (Sal. 27:4). En el Antiguo Testamento, los templos eran construidos por manos humanas, en el Nuevo, ese templo es construido por el Señor mismo en cada uno. El apóstol Pablo nos lo afirma, cuestionándonos: “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios?” (1. Co. 6:19). Hay que permitirnos el convivir con el Señor todos los días: mañana, tarde y noche, para conocerle mejor, lo que nos llevará hacia una confianza plena. Como conclusión David termina su Salmo con estas palabras: “Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!” (Sal. 27:13-14). Ese es nuestro reto diario: esperar confiados en que el Señor actuará sea cual sea la situación en la que nos encontremos; pero esperar sin flaquear ni por un segundo.


Un abrazo y bendiciones.


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