jueves, 8 de julio de 2010

Un antes, un después

Yo sé que el Señor y Dios es Dios de dioses tanto en el cielo como en la tierra.
Josué 2:11.


Lectura diaria: Josué 2:1-24. Versículo del día: Josué 2.11.

ENSEÑANZA

En el capítulo 2 de Josué, comienza la bonita historia de esta mujer llamada Rajab. Fue la prostituta que albergó a los espías enviados por Josué para explorar la ciudad de Jericó, ya que Dios la iba a entregar en manos de los israelitas. Su papel es tan importante en la Biblia como lo fue el de Rut o el de Sara. A pesar de ser extranjera y prostituta, Dios permite que se case con Salmón la madre de Booz o sea se convierte en la tatarabuela del rey David, de donde proviene la cimiente del Señor Jesucristo. Esta mujer simplemente le creyó a Dios y por eso junto con sus padres y hermanos fue salvada en la toma de Jericó. Un gran ejemplo no solo para las mujeres sino también para los hombres porque se tiende mucho a pensar en el mundo que las personas no pueden cambiar su naturaleza pecaminosa con dichos como “genio y figura hasta la sepultura” o “a ese no lo cambia ni Mandake”, lógico ellos desconocen la obra restauradora de Dios y no entienden que cuando una persona ha nacido de nuevo con el Señor Jesucristo, es una nueva creación, lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo (2 Co.5:17). A través de esta mujer, vemos que la salvación es para toda la humanidad. No hay justo, ni aún uno. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, no salió de un linaje como el de las monarquías del mundo, donde no desean que en su estirpe llegue haber mujeres u hombres de dudosa reputación. Al contrario, al Salvador de toda la humanidad le correspondió una parentela pecadora; precisamente Dios lo permitió de ese modo para que por su condición, nosotros fuéramos tomados como príncipes herederos de coronas incorruptibles. Todo lo que el Señor vivió fue lo antónimo de lo que desea para sus hijos: su cautividad nos dio libertad, su pobreza, riqueza; su sangre, remisión de pecados; sus llagas, sanidad. Entiende que este mensaje va dirigido hacia ti, quien te crees demasiado pecador para que Dios te mire con amor y compasión. Dios escogió a lo vil del mundo, lo insensato, lo débil y lo despreciado para avergonzar a los poderosos, con el fin de que nadie en su presencia pueda jactarse (1 Co. 1: 29). Tú no sabes si Dios te tiene escogido al igual que Rajab para cumplir una misión aquí en la tierra. Hoy te digo, no desprecies la salvación que Dios te quiere regalar. Señor Jesús, acepto lo que hiciste por mí en la cruz y te recibo ahora mismo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados y hacerme una nueva criatura. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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